Escuela y familia / Washington Montaño

Columnistas, Opinión


No es tan fácil profe, ahora con estos hijos, decirles que ayuden en algo en la casa, o que vayan a un mandado a la tienda; no saben hacer nada. ¡Elé ¡, aquí como usted me ve parada, ganada de los nervios, con angustia de no saber si después que salga del examen, pasará o no pasará de año. Dejando de vender para cualquier cosita, para ellos mismos; porque si usted no sabe, yo soy padre y madre para mis hijos, porque el taita salió vicioso y por ahí anda mataperreando… 

Se escucha, tristes historias tras la debacle socio-familiar. ¡Imagínese que, con tantas facilidades para pasar de año, se queden, no pues! Aquí quisiera que viva, alma bendita, ahora el licenciado Jorgito, que era inspector en mi colegio, bien parado en la puerta, controlando el uniforme, los zapatos bien lustrados, pañuelo y peinilla en el bolsillo, cortado el pelo como hombre; incluso a las señoritas les hablaba duro si no se hacían respetar y ocupaban su puesto. ¡Con todos estos cambios, que los derechos, que la libertad, que los traumas, mi hijo que ya va al bachillerato no sabe qué mismo quiere! 

Así es señora, lo que hacemos los profesores es cumplir con las normas que vienen del distrito y del Ministerio de Educación…Sin dejarle terminar la idea, interrumpe la madre. Toda la vida ha existido ordenes desde arriba, pero cada escuela y colegio se diferenciaban por el carácter de los profesores que metían miedo; ahora un poco más y les van tumbando. Yo si agradezco a mi profesora de la escuela, porque bien brava era, pero todos aprendimos y no sufrimos en el colegio ni cuando fui a la universidad; por mala cabeza, porque me casé guambra es que tuve que trabajar y dejar de estudiar, sino otra cosa hubiera sido…todos los padres que están apelotonados en la puerta escuchan, se ríen, asienten con la cabeza, como diciendo “a mí también me pasa lo mismo” Y la conversación se diluye con el timbre de salida; presurosos  buscan entre todos los estudiantes que salen, a los hijos que les hacen sufrir y cuando llegan, les abrazan, besan, cargan la mochilla, compran una que otra golosina; y emerge la madre protectora, la mamá gallina, la superpoderosa, que olvida lo que no hace unos minutos se quejaba.

Esta es la madre tipo, que despotrica contra la educación actual, que critica todo porque sufre todo lo que no quiere. Esta es la madre tipo, que se consuela con decir, pero que no hace nada por cambiar. Esta es la madre tipo que quiere delegar a la institución educativa lo que en la casa no puede imponer. Esta es la madre tipo “del dicho al hecho hay poco trecho”.  Esta es la fotografía de los que sucede con la mayoría de madres y padres, que delegan a la escuela el acto formativo con que ya deben venir sus hijos a la escuela.

Maña y costumbre dentro de la muchedumbre. Allí se desarrollan lo que ven en la casa, lo que sucede puertas adentro del hogar; allí, en el aula, el patio, los baños, los juegos. La escuela es de paso, ya no pesa, ya no es gravitante su accionar; solo basta ir, hacer lo que puede; lo que quiere y pasar….pasar.   (O)

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