Reducciones de indios y aljamas judías / Pedro Reino Garcés
Ya se ha dicho que la conquista española trajo muchos calcos del esquema medieval para implantarlos en América. Todo el mundo habla de las “reducciones de indios” con fines de cristianización; y hasta se argumenta que de dichas “reducciones”, surgieron los pueblos aborígenes, muchos de ellos reubicados respecto a sus ancestrales núcleos geográficos.
Leemos en investigaciones históricas que Alfonso X, en 1256, impuso “en la recién conquistada Sevilla” la costumbre de cobrar treinta dineros a los judíos, conforme lo hacían en Toledo. Esta costumbre se extendió por los dominios de Castilla. Al leer muchas escrituras en nuestro entorno centro andino, he encontrado que aluden a leyes de Alfonso X, lo que quiere decir que la reflexión que tiene que ver con el imaginario medieval, no resulta traída de los cabellos.
¿De dónde sacaron que debían pagar 30 dineros a los judíos esclavizados por el derecho de conquista con que se impusieron los cristianos? “Los judíos eran propiedad del rey, cada cabeza de familia debía pagarle 30 dineros al año, en castigo por haber vendido Judas a Cristo por 30 monedas de plata”, dice Martín Chaide, para la Revista de Historia.es (página virtual). Importante también resaltar que de algún modo la vida de los judíos contribuyentes quedaba asegurada, por lo que se legisló que en caso de muerte de un judío cabeza de familia: “El que matara a un judío debía compensar al rey con una suma muy elevada so pena de pasar él mismo a ser propiedad del rey, esclavizado y vendido para poder saldar la cuenta contraída”. Resulta que en nuestro medio, incluido el Jambato colonial, los indios eran vendibles porque cuando se hacía constar en una escritura de compra-venta de haciendas, que el comprador lo hacía con derecho a un número de “mitayos”, que son diferentes a los peones sueltos, el nuevo dueño seguía trámites que duraban decenas de años, hasta que les “integraran a los indios” a su servicio. Esta asignación de “mitayos” esclavizados tenía un respaldo legal, porque cuando se hacía una transacción de tierras, el nuevo comprador pagaba un arancel al rey, por cada indio que quedaba incluido como parte de la propiedad agraria. Estos “mitayos” eran indios renovables que entraban al servicio de la hacienda a partir de los 18 años estimativamente, y quedaban libres cuando cumplían los 50 de edad, si sobrevivían.
¿Qué indios pasaban a ser estos mitayos? Había grupos de éstos naturales que pasaban a integrar registros bajo la denominación de “Real Corona o del quinto real”. Estos registros o numeraciones, lo manejaron en nuestro caso, los funcionarios de la Real Audiencia, llamados justamente “numeradores de indios”. Lo de “real corona”, no era otra cosa sino los numerados en una parcialidad o comunidad, diferentes de los “Llagtayos” o nativos de un lugar. Estos pasaban a propiedad del rey, y de este monto, salían los asignados a la esclavitud. Este argumento tiene un respaldo de investigación de archivo, en Quito: “suplico a Vuestra señoría se digne, por un efecto de equidad y en atención también a que en el servicio de mis haciendas quedan asignados los reales tributos de 8 indios que tal vez andan vagabundos” (Archivo Nacional en Quito. Serie indígenas, Caja 100 (1777-1778), exp. # 9, 43 folios.- Repartimiento de indios gañanes en Ambato). Esta reclamación la hace el cura propietario de las haciendas de Palama y de Pondoa, y guarda relación con la práctica de los curas en la Península.
“Sepades, que el obispo, e el dean se me embiaron a querellar, e dicen, que no les queredes dar, nin recudir a ellos, nin a su mandadero con los treinta dineros, que cada uno de vos les habedes a dar por razón de la remembranza de la muerte de N. S. J. C. quando los judios le pusieron en cruz.”, dice una carta de Fernando IV, rey entre 1295-1312, a los judíos mandones. “Los judíos, por seguridad, gustaban de vivir separados de los cristianos en barrios amurallados, conocidos como aljamas o juderías” (Martín Chaide). El hecho de que a los indios les asignaran sus espacios para que vivan entre ellos, no deja de ser el calco de que los vieran como reducidos a aljamas donde podían practicar sus modos vitales culturales con rezos de los viernes.
Yéndonos al plano lingüístico, una aljamía, según la Real Academia era el “nombre que daban los moros a la lengua castellana”. Esto quiere decir que en las aljamas la gente fomentó el bilingüismo con el árabe, con cuyos caracteres hasta se escribieron textos que han servido para la historia de nuestro idioma moderno. Gran parte del español que manejamos proviene del trato con los esclavizados judíos y árabes. De igual manera, nuestra nueva lengua española, mezclada con lenguas indígenas de pueblos esclavizados ya forma parte de nuestro actual “español”, o mejor dicho, el hispanoecuatoriano surgido de nuestros ancestros esclavizados. (O)