Sentimentalmente/ Jaime Guevara Sánchez
Los rituales de saludo y despedida son básicos en las relaciones humanas. “Buenos días. ¿Cómo está usted? Bien. Hola. Muy bien, gracias. Y tú, ¿Cómo estás?” “Hasta luego. Cuídate. No te pierdas. Nos vemos.”
Estas líneas de entradas y salidas son parte de nuestra diaria presencia en el escenario de la vida.
Me gusta mucho. “Hola, ¿Qué tal?” Soy un entusiasta de esta expresión.
Cuando viajo y me sobra algo de tiempo en los aeropuertos, me ubico en la sala de llegada, donde la gente espera a los pasajeros del avión que está por aterrizar. En estos días las emociones han llegado a grado sumo en esa sala. Conmueve ver a gente con letreros de bienvenida, ramos de flores, para recibir a los desterrados ecuatorianos, los exiliados de la economía. No falta la escena romántica del amante engalanado que acude a recibir a su amada. Estimula los sentimientos estar cerca de estas calurosas reuniones familiares. Pertenecemos a la misma especie.
Los gritos, los holas, son contagiosos. “Ahí llega. Papá, papá, es él. Fanny, Juan, aquí, aquí. Tía, tío bienvenidos. Qué alegría volverlos a ver.” Risas, abrazos, emociones. Dan ganas de abrazar a cualquier prójimo -o prójima solitaria- carente de parientes que le reciban. Ser testigo de regocijos supremos de alguien totalmente desconocido hormiguea el cuerpo.
Las despedidas son difíciles de soportar. Huyo de la sala de despedidas. Reconozco que no soy bueno para los adioses. Es lo mismo que me pasa este minuto con el final de esta columna, pensando en los amigos lectores. Cuando ellos lean la cuartilla semanal ¿pensarán un segundo en el columnista? ¿Quién sabe? los tiempos y los lugares nunca son iguales.
Es muy difícil decir adiós a quienes sólo he visto en mi imaginación. Sin embargo, puedo afirmar que los tengo siempre presente cuando la cuartilla fluye con relativa facilidad, como cuando el tema se torna muy escabroso.
Y si usted, amigo lector, ha llegado hasta aquí en este artículo, le agradezco por la compañía. Espero verlo en persona en cualquier momento. Quién sabe, quizás sea en la sala de llegada de algún aeropuerto del mundo. Ojalá usted, aunque no me conoce, llegue de buen talante como para compartir un “Hola, ¿qué tal?” (O)