8M

Las Mujeres y las disidencias del siglo XXI en relación con el opresor sistema patriarcal, están marcando un antes y un después en la era del acceso a derechos en igualdad de condiciones.
El 8M conmemora una lucha que es permanente, no sólo de Mujeres, también de hombres inteligentes que se dan cuenta que la equidad de género debería ser lo básico en una sociedad desarrollada, es una lucha de todas, de todos, de todes; es una lucha por cerrar el círculo vicioso que trae consigo la violencia en sus distintos tipos: sexual, física, psicológica, económica, laboral, etc.
Hace 117 años aproximadamente, cuando en 1908 en Nueva York mujeres trabajadoras protestaron por primera vez ante sus “patronos” exigiendo una mejor jornada laboral en condiciones dignas, eliminar el trabajo infantil e intentar participar con su derecho al voto, tras morir en un cruel incendio de la fábrica textil donde laboraban más de 15.000 mujeres, a partir de este lamentable acontecimiento, se marcó un referente importante para el 8M a nivel mundial.
El 8M no celebra absolutamente nada, pero si conmemora la lucha, que pocas entendemos, es permanente; conmemora un recuerdo gris de millones de mujeres alrededor del mundo asesinadas con crueldad y dolor, conmemora a niñas violadas y obligadas a saciar placeres de pervertidos que quedan en la impunidad, conmemora a mujeres valientes y resilientes que no paran de levantar su voz hasta lograr justicia, conmemora a miles de mujeres desaparecidas bajo la mirada impávida del Estado y la policía, conmemora la unión femenina que tiene poder para alcanzar lo que deseemos alcanzar, conmemora la posibilidad de crear un mundo más equitativo y justo; pero, no celebra nada aún.
274 mujeres cruelmente asesinadas durante el 2024 en Ecuador, es un dato aterrador que nos debe llamar la atención como sociedad “inteligente”, nos debe llamar la atención tan suficientemente hasta que aprendamos a actuar más, en lugar de mirar violentar a una mujer y pensar que “no es nuestro problema”; hasta que aprendamos a pedir ayuda si somos nosotras las que estamos siendo víctimas de algún acto ilegal en nuestra contra; hasta que aprendamos a no callar cuando sabemos que algo no anda bien con alguna amiga, vecina o conocida; hasta que aprendamos a dejar la indiferencia para convertirla en empatía; hasta que aprendamos a ser artífices de una sociedad diferente, que realmente busca oportunidades para crear algo cada vez mejor y con mayor acceso a derechos en igualdad real. (O)