Las “roboluciones”… / Hernán Castillo C.
Llegaron tan campantes como se van destruyendo o auto destruyendo. Vociferaron sus cabecillas que se sacrificarían por el pueblo pero van terminando expulsados por el pueblo, una vez que el engaño queda expuesto en la claridad de todas las magnitudes del fracaso, tozudez, falta de verdad, pero más que todo de robo protegido.
Si, las ponderadas revoluciones que se instalaron en tierras latinoamericanas fueron para eso, el robo de recursos y el robo de la historia. Precariamente se cree que los regímenes auto denominados “revolucionarios” solo esquilmaron recursos económicos en favor del derroche y el latrocinio, pero esos regímenes , una vez instalados, se robustecieron publicitariamente con la diaria repetición de una figura del pasado que roban sus valores para proclamarlos como propios, en usufructo de su prestigio.
Los Castro se robaron la figuras y valía histórica de José Martí, prócer y poeta cubano propulsor de la independencia ante el poder español, y ponerlo como revolucionario de una revolución que no vivió. El coronel Chávez y su sucesor Maduro se robaron el prestigio y figura histórica de Simón Bolívar el Libertador para engatusar a los venezolanos como que él fuera el guía de la revolución de ellos y su camarilla. Ortega en Nicaragua se roba la figura de Augusto César Sandino, héroe popular de inicios del siglo veinte, para procalamarlo como guía de la revolución sandinista del siglo veintiuno.
Rafael Correa, político de ingrata recordación, proclamó diariamente al general Eloy Alfaro como figura cimera de la tal revolución ciudadana, régimen corrupto que asolo al Ecuador durante una década que parecía no tener fin. Se robó la figura de Alfaro y la utilizó sin límite para encubrir una supuesta revolución atestada de otros robos, torceduras constitucionales, persecución a inocentes y manejo inescrupuloso de las leyes.
Sólo el boliviano Evo Morales no se ha servido de este recurso indebido de la historia (no ha proclamado, por ejemplo, al general Santa Cruz como revolucionario del siglo veintiuno). Hay que reconocer en Morales -sin embargo de su obsesión por el poder- que ha sido más maduro y menos indigno que sus compañeros de la comparsa revolucionaria que aqueja a algunos países americanos, para desgracia de sus pueblos. (O)