Crimen y sociedad cómplice / Dr. Guillermo Bastidas Tello

Columnistas, Opinión

¿Quién es más criminal?, el individuo que comete el crimen o la sociedad que ciega, sorda y muda lo permite. El delito y el crimen no son hechos aislados, son un conjunto de actos humanos reñidos con las normal sociales y derivados de la constitución biológica, psicológica, social, cultural, genética, política, cósmica del individuo y por lo tanto de su sociedad.

Obviamente, estamos en una sociedad latinoamericana plagada de subdesarrollo, pobreza, migración y miseria en dónde como triste y penoso ejemplo vemos que: se presentaron más de 52.000 postulantes para 7734 cupos en la Universidad. Menos cupos para estudiar, más oportunidades para delinquir.

El sociópata, llamado a veces delincuente, es la parte visible de una grave patología social, cuya característica peculiar se da en el individuo que, frío, indiferente a las normas sociales y a las leyes, es incapaz, inepto y torpe para adaptarse a ellas; su primitiva vida se reduce al respeto subjetivo de sus derechos individuales complaciéndose efervescentemente cuando los transgrede y aquello se traduce en agredir física o moralmente a los demás, por su misma miserable vida.

El homo saphiens no es, sino la respuesta inmediata a los supuestos valores, normas y leyes sociales, las cuales cumple o transgrede. Estas Leyes sociales son impuestas y redactadas cuasi democráticamente por los grupos dominantes o regímenes de moda, no necesariamente estas leyes son emanadas por los más honestos o brillantes científicos de la sociedad.

El misterioso cuasi humano delincuente nace como una unidad tenebrosa y por naturaleza se siente atraído por la perversión, la corrupción y el mal. A veces los designios de la vida, su estatus, educación familiar, lo va ubicando, y termina siendo un delincuente de corbata, discurso populista y terno; cuando es menos aventajado y más psicopático se convierte o un delincuente bastardo, diabólico, perverso, maligno y maldito.

El delincuente VIP clase A o el delincuente llamingo, obedece desgraciadamente a constantes impulsos instintivos de supervivencia o poder mediante la agresión, ataque, embestida, asesinato, robo y destrucción, su mundo es caótico, miserable, horripilante, primitivo, el cual se encuentra no solo en su YO desestructurado, sino también en el llamado entorno social.
Si el homo delincuentis vive en una sociedad consumista, hedonista, gozadora y revolucionaria fantoche, desencadena toda su perversión psicopática en el entorno.

Su patrón delincuencial es forjado con poco esfuerzo social y descuido populista, lleno de agresividad y violencia enseñada desde la infancia, con su triste y calamitosa historia de maltrato, abuso sexual, negación paternal, rechazo familiar, pocas ofertas sociales para el progreso de un adolescente.

Este homo delincuentis que pudo haber sido un homo Saphiens-Saphiens, un ingeniero, arquitecto, abogado o médico, se pierde en la penumbra de la delincuencia, se vuelve un vulgar matón, un ramplón negociante, un corrupto de los terremotos, un ladrón de carros, un burdo troglodita del sistema social.

La sociedad se convierte en un cómplice de este delincuente, en un testigo cobarde de las redes sociales que solo se atreve a filmar la muerte de un hombre honesto y no dice nada, por vergüenza o tal vez por complicidad antropológica.

¡Ya nada, nada, ha muerto otro inocente!!
Estimado lector recuerde que:
Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada
Poeta Martin Niemoller. (O)

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