Dolor y Desahogo / Gabriel Morales Villagómez
Duele profundamente el asesinato de un trabajador del volante, nos sobrecoge, nos estremece. Nos indigna la vileza con la que actuó el asesino, nos provoca estupor el poco o ningún respeto por la vida.
Ambato siempre ha sido una ciudad de paz, de buenas personas en su gran mayoría. Este triste suceso no puede cambiar ni empañar su imagen. Un infausto acontecimiento no debe ser tomado como un hecho generalizado de inseguridad y de violencia.
Nos duele y ese dolor nos provoca hacer juicios de valor; el buscar razones, justificativos, culpables para poder asimilar tan abominable crimen. No obstante, no podemos pedir que se legisle a favor de la pena de muerte para los asesinos o denostar en contra de refugiados o inmigrantes, rechazándolos, discriminándolos o juzgándolos por llevar otra nacionalidad.
La delincuencia no tiene fronteras, nacionalidad o propensión a delinquir por raza, estatus o nivel social. Siempre existió y existirá criminalidad en todas partes del mundo y siempre los estados luchan por prevenir esa criminalidad para que no destruyan ni socaven las sociedades.
Sí, se debe legislar y reformar la normativa penal y migratoria para evitar que sucedan nuevamente estos hechos, pero sobre la base de la doctrina, de estudios sociológicos y del análisis de la casuística y de los fenómenos sociales que se producen en cada ciudad. Mientras tanto, debemos pensar que se tratan de hechos aislados, que ojalá nunca hubieran sucedido y nunca más sucedan.
El Ecuador fue un país de emigrantes y por tanto, no puede tratar superficialmente el tema de la migración o del refugio. La política de fronteras abiertas y de reciprocidad, ha permitido que los ecuatorianos puedan salir del país y también recibir a ciudadanos colombianos, cubanos, venezolanos, sirios y de otras nacionalidades, con los brazos abiertos, brindándoles una oportunidad para que puedan sobrevivir, después de las tragedias que han vivido en sus países.
Los inmigrantes en su gran mayoría son personas que han dejado a su familia, y han emprendido dolorosos viajes en busca de un mejor porvenir, muchos ahora mismo están dinamizando la economía del país y realizan emprendimientos que les permiten sobrevivir en medio del sufrimiento y de la discriminación.
En esa inmigración se han mezclado personas indeseables, delincuentes que han permeado nuestras fronteras, pero que no representa la condición humana y la manera de proceder de la gran mayoría. Contra estos seres despreciables hay que luchar, reformando la normativa penal y migratoria e implementando urgentemente políticas públicas adecuadas.
La violencia no se combate con violencia. La reducción de la criminalidad se consigue con políticas sociales, generando empleo, permitiendo el acceso a la salud y a la educación.
Que la muerte del profesional del volante, no sea en vano, que sirva para unirnos en contra de la inseguridad y de la delincuencia, que nos permita ser más sensibles y solidarios, que sirva para poder hacer una sociedad más justa y convivir sin miedos. (O)