“Somos un País de Paz” /  Diácono Garibaldi Buenaño  M.

Columnistas, Opinión

 

El pensamiento y el accionar de los humanos siempre desembocan en una disyuntiva:  verdad o mentira,  violencia o paz…

 

Después de los acontecimientos dolorosos que vivimos y sacaron de nuestro letargo e indiferencia,  seguimos edificando y defendiendo el valor más preciado que nos entregaron nuestros mayores,  la paz,  que luego debemos entregarla intacta y fortalecida a los niños,  adolescentes y jóvenes que vienen detrás con las manos extendidas a recibir la posta,  para seguir tejiendo la historia viva de nuestra nación en fraterna unidad y  gritar,  con alma y corazón agradecidos,  somos un país de paz.

 

¿Cómo y qué caminos seguir para conservar este don preciado ante el torbellino que nos amenaza?  Creo, con sincera humildad que debemos comenzar a mirarnos como un país de hermanos,  cubiertos por la ÚNICA bandera:   amarillo,  azul y rojo.  Este solo hecho es ya el primer paso para empezar a comprendernos;  en este accionar descubriremos que son muchas más las cosas hermosas que nos unen y mucho menos las que nos diferencian,  para juntos ir construyendo el Ecuador nuevo,  el Ecuador de todos,  viviendo una fraternidad verdadera que nos lleve a compartir dignidad y pan sin presiones,  dejando de lado a los que estaban acostumbrados a instrumentalizar y deformar la verdad, poniendo oídos sordos a comentarios y afirmaciones crepusculares que algunos todavía lo hacen con tono zumbón,  porque no creen que “todas las enfermedades de la Democracia pueden ser curadas con más democracia”, sin que nadie pueda ahogar nuestro grito que con orgullo y regocijo lanzamos,  ahora más que nunca al mundo:   Somos un país libre,  somos un país de paz.

 

El dolor de las últimas semanas de Abril,  quizá lo permitió Dios para que no vivamos sólo de buenos propósitos,  sino que estos dejen de ser platónicos y se traduzcan en hechos prácticos,  solidarios en favor de los que más necesitan,  tanto en el amor que exalta como en el dolor que lastima.  Sí,  creo que Dios permitió para que por fin miremos a los compatriotas olvidados por décadas,  especialmente durante el correismo que dispuso de abundantes recursos,  como nunca antes tuvo un gobierno,  pero la absorbió la corrupción y la politiquería,  enfrascado en discusiones bizantinas,  sin pensar que el Estado es ante todo custodio del derecho y servidor del bien común de su pueblo.  Por sentido común,  el buen estadista es ante todo previsivo,  sí,  el buen estadista.  El Gobierno de la “década perdida” debió mirar,  junto con sus incondicionales, con acendrado esmero  la patria chica,  antes que la “patria grande”,  porque así,  tanto mirar al exterior terminaron por ser más venezolanos,  cubanos,  nicaragüenses,  bolivianos antes que ecuatorianos.  Si a esto sumamos el “error” de la permisividad,  de la que se habla en nuestros días,  la provincia verde olvidada,  poblaciones sin agua potable,  sin alcantarillados,  con gran déficit habitacional,  subnutrición infantil,  quince por ciento de analfabetismo,  constituyen un gran atentado contra la paz,  porque nunca ésta hecha raíces donde hay abandono,  miseria,  injusticia,  indiferencia.  Por esto creo que a algunos esmeraldeños les costará formar un solo grito con el resto de ecuatorianos para afirmar:  “SOMOS UN PAÍS DE PAZ”. (O)

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