La demanda de los nicaragüenses /Fausto A. Díaz López
La situación de Nicaragua, pone en evidencia una vez más que los partidos o movimientos de extrema izquierda, camuflados bajo cualquier denominación cuando llegan al poder, intentan utilizarlo por todos los medios a su alcance para permanecer en él a perpetuidad. Los ejemplos de esta obcecación han inundado páginas de la historia universal, particularmente de aquellos pueblos carentes de cultura democrática o de comarcas con democracias incipientes, que creen que el caudillo elevado a esa alta magistratura, se convierte en semidiós al cual le deben sumisión y obediencia total.
Bajo esa percepción, quienes ejercen la presidencia de algún país, lo hacen en función de sus creencias, gustos personales, inclinaciones, supersticiones, animadversiones o simpatías; y, en la cúspide de este comportamiento, la fatuidad, aparecida por creerse el todopoderoso, el que todo lo puede y todo lo consigue, con sólo chasquear sus dedos. Formas de gobierno de este calibre, han manejado y aún manejan el destino de varios pueblos de América y del mundo, basta echar una revisión a los medios de comunicación impresos y hablados, para darnos cuenta cómo se gobierna en países, como Cuba o Venezuela. En la actualidad, Nicaragua atraviesa una situación de extrema conflictividad social, gestada por el rechazo al actual presidente Daniel Ortega y a su esposa colocada como vicepresidenta.
La situación ha generado un grave conflicto que estalló en abril y en vez de ceder, se ha agudizado. El actual presidente, fue un guerrillero que luchó para derrocar a Anastasio Somoza y librar a Nicaragua del yugo impuesto por un mandatario represivo, cuya dictadura obedecía a reglas rígidas, impuestas para favorecer y acrecentar su dominio sobre el pueblo nicaragüense. Hoy, el baño de sangre que soporta ese heroico pueblo, es producido por las protestas en contra del régimen que piensa perpetuarse en el gobierno en contra de la voluntad popular. El presidente culpa de esta situación a un “intento de golpe de Estado”, influenciado por la oposición y financiado por EE.UU. Los analistas políticos en cambio opinan, que: “la situación explotó inducida por el propio gobierno”. La crisis generada por el estallido social, a la fecha ya deja un saldo luctuoso de 264 muertos, miles de heridos e incontables desaparecidos.
La protesta ha demostrado al régimen no tener miedo; pese a que las fuerzas represivas actúan con fiereza y provistos de armas modernas, disparan al cuerpo de los insurrectos que atrincherados en barricadas de hasta dos metros de alto se enfrentan a la policía y a los paramilitares al grito de: “¡Ni un paso atrás!”, “¡Justicia!”, “¡Que se vaya!”. La ciudad más combativa y rebelde es Masaya, que ya demostró su valor cuando apoyó a la Revolución Sandinista en 1979 para derrocar al dictador de ese entonces: Anastasio Somoza. (O)