Metas Alcanzadas / Patricio Arellano Abedrabbo
En la vida todos nos proponemos alcanzar una meta cualquiera que esta sea. Planificamos, organizamos, ponemos en marcha lo planificado y vamos ejecutando en el diario vivir hasta obtener los resultados que nos hemos trazado a corto, mediano o largo plazo. Metas económicas, empresariales, escolares, profesionales, familiares, espirituales…Sin embargo, aunque parezca paradójico, muchas veces creemos que el éxito en la vida es alcanzar las metas propuestas. Desde chicos, consciente o inconscientemente, nuestros padres y profesores nos estimulan a ponernos metas y nos insinúan que, en la conquista de esos ideales, está encerrado el secreto del triunfo y la realización plena en la vida. No es verdad? Parece lo más lógico.
Por consiguiente, la ausencia de metas o la dificultad para concretarlas, es sinónimo de fracaso personal, con toda la frustración y trauma que esto conlleva…Así por ejemplo, desde muy pequenos hemos escuchado la típica pregunta de nuestros padres o personas mayores: Qué vas a ser cuando seas grande? Todo esto está correcto y es lo esperado. Queremos lo mejor para nuestros hijos con la visión de un futuro mejor. Sin embargo, detrás de aquella interrogante, está escondida la propuesta de vida que la sociedad impone respecto a la independencia del ser humano que no tiene en cuenta a Dios en sus planes a corto, mediano y muchos menos a largo plazo…Ha escuchado a algún niño responder a esta interrogante: No sé, mi futuro está en las manos de Dios, pregúntenle a El?…o también la posición de otro con mayor madurez que diga: “Yo sé que mi vida está en manos de Dios y me esforzaré por cumplir metas que le agraden a Dios y conquistar logros para conseguir una mejor aceptación de El”.
Así, nos fijamos el rumbo, planificamos la vida y pretendemos ponerle un rótulo de aparente santidad a aquellos emprendimientos que, aunque con buenas intenciones y objetivos altruistas, no cuentan quizá con el aval de Dios; aquí tampoco hay sabiduría…Luego, con el paso de los anos y casi llegando a la etapa adulta y madura, la vida nos ensena que el verdadero ÉXITO no consiste en alcanzar las metas que tengo para Dios, sino en alcanzar las metas que El tiene para mí! Sabemos que Dios tiene ya buenas obras preparadas para que andemos en ellas desde antes de que creara el mundo…Todo está en descubrir y conquistar Sus metas para cada uno, para lo que nos pone a mano las circunstancias para que esto se realice. Desde luego, esto no implica que nos crucemos de brazos a la espera de que todo está en Sus manos, sino poner de nuestra parte todo el esfuerzo y dedicación en alcanzar las metas que Dios quiere según su Voluntad y propósito…muchas veces nos hemos preguntado: Por qué nuestras metas alcanzadas o la de nuestros hijos no fueron las que deseábamos y nos dedicamos a otra actividad? Por qué nuestro hijos se cambian de carrera universitaria a punto de culminar los estudios o caminan de tumbo en tumbo sin un rumbo fijo? Será porque no hemos puesto nuestras decisiones y metas en manos de Dios? (O)
Lunes con Salud/Hacia la Salud por la Naturaleza