El amor y el pensamiento / Kléver Silva Zaldumbide
Con los acontecimientos que presenciamos a diario, parece ser que el hombre equivocó el camino de su evolución, eligió el de su destrucción en esta etapa de su vida en la tierra. Pero innegablemente nuestros “lideres” son el fiel reflejo de toda la estructura social actual que cargamos a cuestas. El hombre es, cada vez, un gran desconocido para el hombre. Simplemente el hombre debe comprender que en su vida cosecha lo que siembra en el cerebro por medio de su pensamiento.
El cerebro equivale al volante de la vida humana; su dueño lo programa, lo dirige con cada uno de sus pensamientos, que él se encarga de cumplir, aunque sean inadecuados, aunque sean incorrectos, negativos, aunque de ellos se derive algún mal para su dueño. Y como este conocimiento no se nos ha enseñado en nuestra cultura occidental, como se ignora la trascendencia del pensamiento en la propia vida, vivimos dando tumbos a diestra y siniestra en la carretera de nuestra vida, no sabemos conducirla adecuadamente, porque creemos que es indiferente pensar en el bien o en el mal, y nos equivocamos; cada pensamiento es una semilla de bien o de mal en nuestra propia vida, con proyección a nuestro entorno. Cada pensamiento produce una respuesta biológica acorde a su contenido. Y la vida, en su conjunto, está marcada por la sucesión de diferentes respuestas biológicas sean éstas positivas o negativas. Los pensamientos son como las manos del alma que modelan la vida del hombre.
Una energía positiva que indiscutiblemente influye en el proceso de pensar, cuando existe la actuación de cualquier ser humano, es el amor; una energía emanada de un sentimiento limpio que une y facilita la obtención de lo que éste necesita. Que el hombre funcione como una unidad, se lo debe a esa energía. En cualquier actividad, cuando un ser humano recibe, por parte de quien le atiende, la dosis adecuada de amor, está más cerca de conseguir el bien que necesita, o en nuestro caso la puesta en marcha de los mecanismos de la curación. El uso negativo del pensamiento, la arrogancia, la engreída soberbia, la ambición de opulencia, el complejo de superioridad, el tratar prójimo como una “máquina insensible”, nos desconecta de las verdaderas necesidades de la persona. La Medicina podría hacer verdadera prevención; la Política sería vehículo de comprensión y armonía entre los pueblos.
Los ejércitos podrían ser movilizaciones de recursos humanos, económicos y culturales para salvar el mundo… Sonará cursi o ridículo para algunos, pero la única arma será el amor, capaz de resolver cada uno de los problemas pendientes entre los humanos. ¿Por qué? Al ponerse dos de acuerdo, la creencia, el pensamiento de uno sirve al otro. El pensamiento es una energía sutil y trascendente, que sale fuera, y es necesaria para hacer real aquello que otro no cree posible, pero necesita. Tanto el amor como el uso positivo del pensamiento producen el mismo efecto en la vida: hacen vivir al ser humano en respuesta biológica positiva, con todas sus connotaciones positivas para su salud. El pensamiento es el principal responsable del bien y del mal en la vida de los seres humanos. Si somos conscientes de esto, debemos usar nuestro pensamiento con gran respeto e inteligencia. Es necesario pensar siempre en presente y en todo aquello que necesitamos y nos conviene: paz, salud, autocontrol y bienestar con equidad…Cuando el espejo interior está limpio, los sentimientos, los motivos y los objetivos se ven con claridad, y en el individuo se refleja la confianza. (O)