Diez enfoques católicos sobre la economía II /P. Hugo Cisneros
6.- Justicia social: un segundo nivel de realización de la justicia en economía ya no se refiere, como la ‘justicia conmutativa’, a las transac-ciones entre operadores particulares, sino al resultado para toda la sociedad. Ese resultado tiene varios aspectos (producto, inflación, desempleo, des¬igualdad…). De ellos, a la Iglesia le han preocupado especialmente dos: (1) La erradicación de la pobreza: que todos los adultos tengan buenas posibilida¬des de incorporación productiva a la economía, de la que obtener recursos para crear y sostener sus familias, de manera que nadie nazca o crezca po¬bre; (2) La limitación de la desigualdad: que no se haga tan grande que dificul¬te la igualdad política y, con ello, la justicia económica de las leyes.
7.- La DSI enfatiza el trabajo humano como eje de la vida económica No solo por su papel como factor de producción y como fuente de ingresos y de integración social; sino, sobre todo por su importancia en la realización humana y sus significados teológicos como parte en la Creación de Dios. La DSI ha afirmado siempre la prioridad del trabajo sobre el capital: el capital debe ponerse al servicio del trabajo, para potenciarlo y distribuir sus bene¬ficlos, y no para explotarlo, precarizar¬lo o como últimamente, eliminarlo sin mas. Ello concreta una idea de fondo: los arreglos económicos (por ejemplo, la propiedad privada, la empresa, los mercados, los servicios públicos) deben contribuir al florecimiento de las per¬sonas, y no al revés.
8.- Justicia sistémica: Las grandes dinámicas globales – ecológicas, financieras, comerciales, demográficas, comunicacionales- apuntan además a una justicia económica más allá de los intercambios y las sociedades particu¬lares. Consiste en la estabilidad y sos¬tenibilidad de los grandes sistemas de soporte de toda la existencia humana. Por ejemplo, el documento Oeconomi¬cae (2018) dibuja una justicia sistémi¬ca para el sistema financiero global. La encíclica Laudato si’ (2015) hacía lo mismo para el medio ambiente. En ambos casos, la justicia sistémica se muestra estrechamente vinculada a la justicia social (las oportunidades de los pobres) y a la justicia conmutativa (las decisiones de cada uno de los agentes económicos, incluidos noso¬tros mismos).
9.- La justicia es un atributo del ejercicio del poder. El poder econó¬mico en el siglo XXI está muy distribui¬do (desigualmente, pero mucho) en la oferta, en la demanda y en el estable¬cimiento de reglas económicas. Cada agente debe buscar el mejor balance posible de justicia conmutativa, social y sistémica en sus decisiones, porque incluso pequeñas opciones tienen gran impacto en cada uno de esos niveles, cuando las hacen muchas personas o empresas. Asuntos como la responsa¬bilidad social de la empresa o la res¬ponsabilidad moral del consumidor han pasado a formar parte importante del pensamiento social católico, sumán¬dose a la responsabilidad política de los Estados.
10.- Finalmente, la sociedad eco¬nómica del siglo XXI es global, pero carecemos de poderes políticos efectivos de ese mismo alcance, para ordenar la economía globalizada en torno a algunos objetivos básicos de justicia social y sistémica. La articula¬ción de poderes políticos de la misma escala global de las dinámicas econó¬micas, es una exigencia del principio de subsidiaridad, como la DSI viene requiriendo desde Juan XXIII, y un papa tras otro. (O)