A Recuperar la Decencia / Mario Fernando Barona
Hay dos asuntos destacadísimos de los que esperamos respuesta del presidente Lenín Moreno, y que a pesar de llevar ya un buen tiempo, aún no se ha pronunciado. Las innumerables y contundentes investigaciones periodísticas de Fernando Villavicencio que hablan por sí solas de escandalosos casos de corrupción durante el anterior gobierno, y que sin embargo de la gran cantidad de indicios presentados, no han motivado la más mínima reacción del mandatario, no obstante y a renglón seguido, Moreno no escatima oportunidad para exhortar a periodistas y ecuatorianos a denunciar casos de corrupción. Como que algo no cuadra allí. Se le presenta en bandeja de oro lo que pide, y al mismo tiempo se hace de la vista gorda. Suponiendo que no confiara en Villavicencio como persona, al menos sus aportes sí deberían apuntar a una investigación profunda. Ese silencio desgasta su discurso de combate a la corrupción.
Por otro lado, igual, hay algo bastante feo que tampoco abona a la transparencia. Las serias denuncias de Andrés Paéz en contra de la vicepresidenta de la República, María Alejandra Vicuña, de quien, prácticamente desde su posesión, ha presentado documentos oficiales en los que constan decenas y decenas de nombres de personas, aparentemente familiares cercanos y no tan cercanos a la funcionaria, que estarían ocupando cargos en diferentes instituciones públicas del Estado, lo que configuraría un presunto delito de nepotismo, y del que tampoco ha dicho media palabra el presidente, ni tampoco Vicuña.
Hay otros, como el misterioso silencio con el caso Assange del cual aparentemente habrían también desagradables novedades; o el pago de premios a la ineptitud con algunos excolaboradores correístas que ahora fungen de embajadores, cónsules y hasta una presidenta de la Asamblea de la ONU, todos con la venia y aprobación de Moreno, y más.
El manejo de la cosa pública no es algo que hay que tomar a la ligera. Se ha degenerado tanto la política que los ecuatorianos ya perdimos la capacidad de asombro frente a este tipo de ‘silencios’ que ‘suenan’ a complicidad, o frente a execrables casos de corrupción en los que algunitos siguen tratando de defenderse como gato panza arriba. Un mandatario serio debió haber actuado sin esperar un solo minuto en coherencia con su discurso moralizante, dando o exigiendo explicaciones.
Por todo eso digo, no está mal, por ejemplo, tomarse un trago e incluso excederse según la ocasión, pero si es un personaje público que tiene el compromiso de recibir un galardón en nombre de la ciudad, como fue el caso del alcalde de Quito, Mauricio Rodas, hace unos días, ya la cosa cambia, ahí simplemente no cabe bajo ningún justificativo asistir en medio de una gran borrachera, como lo hizo Rodas. Pero hay quienes prefieren socapar la actitud del burgomaestre tildando de ‘mojigatos y falsos puritanos’ a aquellos que la criticamos. Sin duda, el alcalde de Quito le debe una disculpa a la ciudad.
Y por nuestra parte, todos, a recuperar la capacidad de asombro, vergüenza y decencia al hablar de política. (O)