Trabajar para los más pobres / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

 

A propósito de las elecciones que se avecinan, considero oportuno parafrasear el discurso del Papa Francisco, pronunciado en Paraguay, por la riqueza de su mensaje, dirigido especialmente a la clase política de Paraguay y a su pueblo. Nos hará bien a todos meditar la esencia de su palabra.

Luego del saludo protocolario inicia su disertación refiriéndose al pueblo y dice que un pueblo que no mantienen viva sus preocupaciones, un pueblo que vive en la inercia de aceptación pasiva, es un pueblo muerto. Dios siempre está a favor de todos los que ayudan a mejorar la vida de sus hijos; además, refiere que todos son necesarios en la búsqueda del bien común y que la sociedad debe ser un ámbito de fraternidad de justicia, de paz y dignidad para todos, que lleve a la felicidad.

En hablando de la felicidad se dirige a los jóvenes y expresa que la felicidad exige compromiso y entrega, son muy valiosos a jugársela por algo, a jugarse por alguien, esa es la vocación. Aclara que no es posible que los jóvenes anden por la vida como “anestesiados”, es necesario su participación en la solución de los problemas nacionales, incita a no tener temor, a jugar limpio en la cancha, a no buscar el arreglo previo a base de coimas, si dices una palabra comprométete por esa palabra, amasa día a día y sacrifícate por eso.

En cuanto a los gobernantes, les exhortó a que instituyan la cultura del diálogo, como medio para forjar un proyecto de nación que incluya a todos. El dialogo no es fácil. Si en el diálogo no dices lo que sientes y piensas: y, no te comprometes a escuchar al otro, e ir ajustando lo que vas pensando y conversando; el diálogo no sirve, solo es una pinturita. Para que haya diálogo es necesario una base fundamental, una “identidad”, cada uno habla desde su identidad, no negocia su identidad. En un país el diálogo social es “Amar a la Patria”, La Patria primero, después mi negocio, si voy a dialogar sin esa identidad, el diálogo no sirve. El diálogo nos propone y nos exige buscar esa cultura del encuentro, es decir, un encuentro que sabe reconocer que la diversidad no solo es buena, es necesaria. La uniformidad nos anula, que quede claro, que el diálogo no es negociar. Negociar es procurar sacar la propia tajada, a ver cómo saco la mía, si van con esa intención, no pierdan tiempo, se trata de buscar el bien común para todos, es discutir y pensar una mejor solución para todos; se trata de buscar la unidad en la diversidad.

Con relación a las doctrinas, manifestó que las ideologías del siglo pasado terminaron en dictaduras, ¡siempre piensan por el pueblo!, ¡pero no dejan pensar al pueblo! Para buscar efectivamente su bien, lo primero es tener una verdadera preocupación por su persona, valorarlos en su bondad propia, pero una valoración real exige estar dispuestos a aprender de los pobres, los pobres tienen mucho que enseñarnos: en humanidad, en bondad, en sacrificio, en solidaridad. Se debe respetar al pobre, “no usarlo como objeto para borrar nuestras culpas”.

Por otra parte, manifiesta es necesario para un país, el crecimiento económico y la creación de la riqueza: y, que esta llegue a todos los ciudadanos, sin que nadie quede excluido, la creación de esta riqueza debe estar siempre en función del bien común, de todos y no de unos pocos “La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro. Los empresarios, los políticos, los economistas deben dejar de interpretar por ellos”. Les pido que no cedan a un “modelo económico idolátrico”, que necesita sacrificar vidas humanas en el “altar del dinero y la rentabilidad”.

Por otra parte, hace alusión al chantaje, que no da libertad a la persona para asumir responsablemente su tarea de construcción de la sociedad. El chantaje, siempre es corrupción. “La corrupción es la polilla, es la gangrena de un pueblo”. Ningún político puede cumplir su trabajo si está chantajeado por aptitudes de corrupción. Si un pueblo quiere mantenerse en la unidad, tienen que desterrarla.

Termina invocando que amén a su Patria, a sus conciudadanos y sobre todo amen a los más pobres, así serán ante el mundo, un verdadero testimonio. (O)

 

 

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