Trípticos Papales / P. Hugo Cisneros
Leyendo al Card Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla escojo sus Tríptico Papales para compartir con Uds. en esta lectura dominical ( tomado de Vida Nueva)
Nos tiene acostumbrados, el papa Francisco a recibir sus catequesis en forma de unos muy pedagógicos trípticos. Rezar, adorar y reconocerse pecadores: son las tres sendas que abren al cristiano el conocimiento y la comprensión del misterio de Dios. Para responder de manera digna a la llamada del misterio, hay que aprender a vivir con humildad, con la dulzura que lleva a soportarnos mutuamente y con la magnanimidad que haber el cvorazón a todos.
Al cristiano no le corresponde el juicio a los demás, sino el amor, la comprensión, el rezar. Y los peldaños a subir en la escala del perdón primero nos llevan a perdonar a nuestros hermanos, después a nuestros amigos y después a nuestros enemigos.
La luz de la fe es apacible, serena y no se apaga jamás. Nosotros hablamos a un Padre que nos ama, que nos ha elegido, que nos ha dado un nombre. Porque para salir al encuentro del Señor hace falta estar vigilantes en la oración, activos en la caridad y exultantes en alabanza. Y recibir la palabra que viene de Dios estando de pie, en silencio y en actitud de acogida para anunciarla a los demás.
La identidad cristiana supone el sentirse elegido y soñado por Dios, saberse perdonado y siempre en camino con Cristo. Si se quiere acertar en la búsqueda del Señor, hay que salir de uno mismo, tener el valor de esperar la voz interior que nos habla y salir en misión evangelizadora, haciéndose y dándose todo para todos, lo que significa compartir la vida con los demás, acompañar en el camino de la fe, ayudando a profundizar en la fidelidad y el crecimiento en ese mismo camino.
El apego a las riquezas, la vanidad y el orgullo son los grandes tropiezos para seguir el camino de las bienaventuranzas.
Si quieres ser constructor de la paz, tendrás que comenzar en la familia, en el barrio y en el puesto de trabajo. Y si en tu corazón no hay paz, tampoco la habrá en tu familia, en tu barrio, en tu puesto de trahajo. Y emprender caminos que lleven a una cultura del encuentro no solo hay que hacerlo viendo, sino mirando, no solo oyendo, sino escuchando, no solo cruzándonos con las personas, sino parándonos con ellas y darles una gota de vida.
Ni un Dios sin Cristo, ni un Cristo sin Iglesia, ni una Iglesia sin pueblo. (O)