También las fuerzas Armadas / Gabriel Morales Villagómez

Columnistas, Opinión

 

Es triste conocer que también miembros de las Fuerzas Armadas fueron permeados por la corrupción y  socavados por el dinero fácil y mal habido, durante el gobierno de alianza país y del ahora prófugo Rafael Correa.

Las fiscalías de Colombia y Ecuador acaban de  ejecutar un operativo en contra de varios imputados por la venta ilegal de armas y municiones al grupo armado comandado por “Guacho”  Óliver Sinisterra.

Tristeza profunda y frustración.  ¿Cómo asimilar el grado de descomposición al que llegó el Ecuador en los últimos diez años? ¿Cómo entender que miembros de las propias Fuerzas Armadas hayan vendido municiones para que  con ellas asesinen a sus propios compatriotas? a ciudadanos inocentes, a militares y periodistas ecuatorianos. ¿En dónde estuvieron los cuerpos de inteligencia militar que debían haber advertido y evitado ésta aberración?

Esto nos trae a la memoria hechos como el de Angostura, de marzo del 2008, cuando  Colombia bombardeó un campamento de las FARC ubicado en territorio ecuatoriano y pudimos enterarnos que en el Ecuador operaban y hacían base narco-guerrilleros, a vista y  paciencia del gobierno ecuatoriano de turno.

Estratégica e ideológicamente, el gobierno de Rafael Correa, siguiendo los acuerdos del “Foro de Sao Pablo”, intervino en las Fuerzas Armadas  para cambiar la doctrina, su misión, las estructuras y su rol tradicional, que tuvieron en su lucha en contra de los movimientos revolucionarios y el narcotráfico y pretender transformarlas en “milicias populares” para que sirvan de brazo armado de los gobiernos revolucionarios latinoamericanos y así garantizar la permanencia en el poder de los regímenes totalitarios de izquierda.

Luego de la guerra del Cenepa de 1995, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica, por muchos años en el Ecuador, se caracterizaron por ser las instituciones más confiables y respetables del país, pero en el caso de las Fuerzas Armadas, todo ese prestigio fue poco a poco mermado con la intervención de un gobierno despótico y corrupto y con la complicidad de generales, comandantes de rama y otros militares de menor jerarquía que se prestaron para ser parte de la vorágine de corrupción revolucionara y que permitieron que las Fuerzas Armadas fueran mancilladas,  intervenidas, alienadas e ideologizadas con fines protervos.

Para ejemplo tenemos, los casos de corrupción de los radares chinos, los aviones tucano, los helicópteros dhruf,  el asesinato del General Gabela, la compra venta de los terrenos del ISSFA al IESS.

El ex presidente Correa y sus improvisados ministros de defensa siempre cuestionaron la misión de las Fuerzas Armadas, mientras cómodamente los comandantes de fuerza guardaron un silencio servicial.

Ahora tenemos las consecuencias del desgobierno anterior, unas Fuerzas Armadas con su moral disminuida, infectada por escándalos de corrupción, sin presupuesto para la compra de armamento y con la grave responsabilidad de tener que hacer frente a los grupos narco-guerrilleros que operan en la frontera norte.

 

Como todas las instituciones del país hay que volver nuevamente a reestructurar las Fuerzas Armadas, reformar la Ley Orgánica de la Defensa Nacional para darle un nuevo enfoque doctrinario, dotándole del presupuesto necesario y que nunca más vuelvan a suceder hechos de corrupción tan deleznables en una institución de tanta importancia en la estructura orgánica del Estado. (O)

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