Purga profunda al correísmo / Mario Fernando Barona
No cabe la menor duda que el presidente Lenín Moreno peca de confiado, o de ingenuo, o de despistado o de las tres juntas, lo que ha quedado evidenciado en las declaraciones desde la clandestinidad del prófugo Fernando Alvarado, que lo deslinda de toda responsabilidad como cómplice de su fuga, y en cambio, vincula a alguien muy cercano a él. Textualmente Alvarado dice: “Si usted conociera al ser que me ayudó a librarme de ese grillete, no lo creería. Y está tan cerca suyo presidente”.
En otras palabras, Alvarado sabe de antemano que Moreno desconocía la operación de su fuga, por eso señala: “Si usted conociera…”; por otra parte, confirma que el presidente es ajeno a todo este entramado de corrupción, cuando dice: “no lo creería”, es decir, se sorprendería, quedaría estupefacto cuando lo sepa; y, como para darle una pista, termina alertándolo: “está tan cerca suyo presidente”.
Sí, ha quedado evidenciado que a Moreno lo burló y traicionó alguien muy cercano a él, pero también queda claro que en este caso el presidente tiene las manos limpias. Aunque esta vez se salvó, porque -como suelen operar las mafias- habría sido la ocasión perfecta para, vinculándolo en las trastadas correístas, sembrar pues la duda y tambalear aún más su imagen. Imagínese solo por un instante que las declaraciones de Alvarado hubieran sido algo así como: “Usted sabe muy bien presidente quién me ayudó a librarme de ese grillete, porque fue usted mismo quien coordinó todo con esa persona muy cercana.” Habría sido, seguro, un muy duro golpe a la ya débil credibilidad e imagen del mandatario. Creo que la mafia en este caso, se durmió. Y en buena hora.
Pero aún sin estar involucrado en este peculiar caso, el presidente Moreno sí ha tenido desde siempre un altísimo grado de responsabilidad (allí lo confiado, ingenuo o despistado) al incluir en su gabinete -y hasta premiar- a varios exfuncionarios correístas. Se le advirtió y se le criticó desde el primer instante, pero no tuvo el menor empacho en rodearse de gente indeseable, defensores a ultranza de Correa. Y ahí están las consecuencias: encargó “la cirugía mayor a la corrupción” a un grupo de ‘cirujanos’ desprestigiados, sin título para ejercer, seriamente cuestionados y con un historial espantoso de muertes en el quirófano.
El presidente Lenín Moreno no tiene qué perder y más bien mucho qué ganar. Ojalá sea esta la ocasión para de una vez por todas desvincular total y definitivamente a todo excorreísta y dé un vuelco de 180 grados a su gabinete. Estas medias tintas, entre que sí y entre que no, no le han hecho nada bien en lo que va de su mandato. Está claro que hay un Judas y no me sorprendería que haya más, por eso la depuración es urgente, debería pedir la renuncia inmediata de todos y ratificar solo a aquellos que nunca tuvieron relación con el expresidente. Si no hace esta purga profunda, la culpa ya no sería de los traicioneros. (O)