Sobre fundición del oro al margen del rescate de Atahualpa. 1533 / Pedro Reino

Columnistas, Opinión

 

La presente información tomada del Archivo de Indias revela una variedad de información casi desconocida en nuestra historiografía, sobre la cual voy a realizar algunas puntualizaciones. Partiendo desde el principio diremos que Atahualpa fue hecho prisionero en tierra extraña para él, pues la región de Cajamarca más bien estaba ligada a los señoríos que no eran ni  de los incas, sino territorialidades culturalmente vinculadas a las zonas de Chiclayo, donde estaban los moches y las culturas del Señor del Zipán. Los Incas (incluido Atahualpa y sus ejércitos) y los españoles eran vistos como invasores por sus pobladores autóctonos.

Los saqueadores peninsulares de esa instancia histórica llegaron como “empresarios”, puesto que tenían un documento constitutivo que legalizaron en Panamá. Eran responsables Francisco Pizarro, que debía ser el gobernador; Hernando de Luque, un cura capitalista que puso la mayor parte de capital para la empresa, Diego de Almagro, y en principio Pedro Arias de Ávila. Se deduce que el grupo contrató los servicios de un fundidor de los metales preciosos, puesto que luego de realizar saqueos a templos aborígenes, y de robarles los objetos como vasos, ídolos, atuendos de oro y plata, todo lo fundían para convertirlo en lingotes. Realmente una barbarie  y el peor atentado a las culturas aborígenes que quedaron sin el esplendor de su memoria, incluido lo invaluable artístico y lo simbólico.

A parte de una fundición que realizaron con los objetos saqueados a las culturas de la actual costa ecuatoriana, incluida la isla Puná, en 1532, que sumaron 6’276.890 pesos de oro; veamos ahora, según el documento, que se iban haciendo estas fundiciones casi a día seguido, de lo que ha quedado testimoniado del año 1533 y que dan en  totales, 7’371.400 “pesos de buen oro”. No hay que olvidar que el monto de las fundiciones declaradas hechas con los objetos acarreados para satisfacer el rescate de Atahualpa,  llegaron a la astronómica cifra de 113’779.136, de cuyo monto se pagó como “quinto” al rey 22’400.290; y hasta hubo un diezmo para la iglesia que llegó a 412. 196 pesos de oro.

Estos datos corresponden a 1533. La cifra queda independiente de lo que se incluye como cálculo del quinto del rey. Veamos dos fechas: “13 de mayo para los siguientes  beneficiarios: Pedro de Oñate y Beltrán de Castro, tesorero y veedor, en nombre de la compañía y viaje de Diego de Almagro, valor total: 1’175.040.- Beneficiario Pedro de Torres, criado de Hernando de Soto, 190.700.-Crisóstomo de Hontiveros, criado de Hernando Pizarro,  346.295.-

De la fundición del día 14 de mayo: Antonio Navarro, contador, 117.610.- Sebastián de la Gama, 81.690.- Cristóbal Quintero, de lo que cogió cuando vino con Diego de Almagro, 26.730.- Juan Coto, mayordomo y criado del Gobernador (Francisco Pizarro), 461.560.- él mismo recibe además, en nombre de Francisco  Martín y de Rodrigo de Mazuelos. Les había dado el oro el cacique Motupe, 52.450.- Alonso de Collantes, en nombre de Luis Catalán, 27.940.- Juan Gil de Montenegro, que juró habérselos dado  una india suya de Cueva, 34.925.- El capitán Diego de Almagro, que juró se los rescató del cacique de Collique, 43.750.-” (Mira Caballos, Pizarro,2018)

Según la lista de beneficiarios que van apareciendo, se nota que los integrantes de la hueste, o sea de los seguidores de Pizarro, iban esclavizando y chantajeando a diversos caciques que iban cayendo en sus manos. Producto de estos chantajes u ofertas engañosas por parte de los peninsulares, hasta los peones o criados recibieron cantidades de objetos que los consideraron cosa de su propio “trabajo”, y por lo tanto, no pasaron a ser botín de su patrón.  Mirando estas vergonzosas páginas de la historia, tenemos razón de ser gobernados por los mismos y los mismos, de una estirpe que no le importa la destrucción de la cultura, y  de los pueblos, en procura del beneficio personal. (O)

 

 

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