La política el arte de engañar / Mario Fernando Barona
Ya lo dijo, a mediados del milenio pasado, el famoso filósofo, historiador y político italiano Nicolás Maquiavelo, que “la política es el arte de engañar”, y después de más de cinco siglos de tremenda ‘insolencia’ al status quo político de entonces, hoy, esa cortísima frase que tiene más artículos que sustantivos, sigue más actual y vigente que nunca.
No lo digo sólo por la década correísta de engaño y corrupción -lo cual sería como llover sobre mojado-, lo digo por Lenín Moreno, que aparentó desde un inicio un cambio radical no solo en estilo sino en actitud, pero que en la práctica nos queda debiendo del medio a la mitad por la también apología al engaño que evidencia permanentemente en el manejo de la cosa pública.
Ya nos hemos referido en ocasiones anteriores a los muy serios cuestionamientos contra el presidente Moreno que dejan entrever su afinidad con esta forma de ‘arte’ al momento de hacer política. Por eso hoy me referiré a uno de los últimos, y no por eso menos escandaloso: los gravísimos señalamientos en el informe borrador de la Contraloría General del Estado por la pésima calidad de la mayor obra civil construida por el Estado ecuatoriano, la Central Hidroeléctrica Coca Codo Sinclaire, que, para variar, fue en el gobierno de Correa concesionada a dedo, construida con sobreprecio, y que ahora, apenas dos años después de su entrega formal, sale a la luz que existirían más de 7 600 fisuras de casi 40 cms de longitud que pondrían en grave riesgo la obra en su conjunto.
Alguien tiene que pagar las consecuencias, y en esta tarea es fácil identificar a los culpables políticos, comenzando por el ex presidente Rafael Correa, pero dar con los culpables técnicos es aún más sencillo porque hay solo uno, o un par, si incluimos a las firmas fiscalizadoras. Los chinos que estaban a cargo de esta mega obra deben responder de principio a fin por las groseras fallas técnicas en su construcción, así, sin piedad ni contemplación. Pero si los mismos que construyeron mal la obra son con los que ahora estamos negociando un nuevo préstamo, es, por principio, un juego perverso de intereses en donde tarde o temprano el engaño brilla.
Si durante el correísmo cedimos nuestra soberanía a los chinos, hoy, un verdadero gobierno patriota y altivo debería reclamar con energía lo que corresponda, punto final. No cabe entonces tramitar con ellos más préstamos si mantienen en teoría una deuda con nosotros por Coca Codo, y aún menos en las condiciones que solían hacerlo con Correa: con tasas de usura, imponiendo ellos condiciones y explotando a nuestra gente. El Gobierno Nacional debería más bien ejecutar las medidas económicas ofrecidas, como una verdadera reducción del tamaño del Estado, y otras. Por todo esto, da la sensación que las conversaciones que ahora mismo mantiene Moreno con los chinos, serían otro sometimiento y engaño. (O)