Hoy es fiesta de Cristo Rey / P. Hugo Cisneros
Comparto, en este día de la fiesta de Cristo Rey, la reflexión que hace a propósito la Revista Pan de la “palabra de este mes de noviembre”.
Verdad: La liturgia de hoy nos invita a reflexionar sobre la realidad única y original del reinado de Dios en la historia. Y para entenderlo es necesario superar cualquier tipo de imagen o pensamiento preconcebido de “reino” político y terreno. De no hacerlo, se corre el riesgo de quitarle fuerza a lo que en verdad significa comprender y aceptar el reinado de Cristo en el mundo. De hecho, con la designación “Cristo Rey” se ha tratado de justificar el uso de la fuerza y la violencia de ciertos grupos para imponer el Evangelio y “ganar almas para Dios”. Incluso se han usado los atuendos de los reyes mundanos para imponérselos a Cristo, devaluando así el verdadero significado de su reinado, que tiene que ver con la renuncia, el servicio y la entrega de la propia vida por el bien (salvación) de los demás.
Reconocer a Cristo como Rey universal nos da la oportunidad de reflexionar sobre la misión que tenemos, como sus seguidores, de ejercer ese reinado adquirido en el bautismo, por el cual nos hacemos sus servidores. No se trata de imponer a la fuerza un reino de la moral o del juicio sobre el mundo, sino de construir el Reino del amor y de la misericordia que surge cuando dejamos que sea el mismo Cristo, su Evangelio, quien guíe e ilumine nuestra vida, Jesús nos recuerda que el reinado de Dios actúa con la fuerza de la cruz, con el poder de la Palabra, con la santidad de la Eucaristía, con la ley del amor.
«La liturgia de hoy nos ivita a fijar la mirada en Jesús como Rey del Universo. La hermosa oración del prefacio nos recuerda que su reino es ‘reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia , de amor y de paz». Las lecturas que hemos escuchado nos muestran como Jesús ha realizado su reino, como lo realiza durante la historia, y qué nos pide a nosotros.
Sobre todo, cómo Jesús ha realizado el reino: lo ha hecho con cercanía y ternura hacia nosotros. Él es el pastor del cual ha hablado el profeta Ezequiel en la Primera lectura. Todo este párrafo se encuentra entrelazado de verbos que indican la premura y el amor del pastor hacia su rebaño: buscar, controlar, reunir a los dispersos, conducir al prado, hacer reposar, buscar a la oveja perdida, reconducir la, fajar la herida, curar a la enferma, tomarse cuidado, pastorear. Todas estas actitudes se volvieron realidad en Jesucristo: Él realmente es el ‘gran pastor de las ovejas y cuidador de nuestras almas’.
Y todos los que en la Iglesia estamos llamados a ser pastores, no podemos apartarnos de este modelo, si no queremos volvernos mercenarios. Sobre esto el pueblo de Dios posee un olfato infalible para reconocer los buenos pastores y distinguirlos de los mercenarios.
Hoy la Iglesia nos pone a los nuevos santos como modelos, que justamente mediante las obras de una generosa dedicación a Dios y a los hermanos, han servido, cada uno en el propio ámbito, al reino de Dios y se han vuelto herederos. Cada uno de estos ha respondido con extraordinaria creatividad al mandamiento del amor de Dios y del prójimo. (O)