¡Qué pena! / Mario Fernando Barona
Los correístas se están frotando las manos. Las denuncias de cobro de diezmos a la vicepresidente Vicuña no podía llegar en mejores circunstancias. Porque la situación, si bien es cierto, es muy complicada para Vicuña y por ende para la estabilidad política de Moreno y la democracia ecuatoriana, es en cambio muy favorable para aquellos que caótica y abusivamente quieren retornar al poder con el fin de volver a cometer y encubrir sus fechorías.
Poco hay que decir de esos personajes que buscan apoderarse nuevamente del poder para beneficio propio, de esos políticos que hicieron del manejo de la cosa pública su botín; sí provoca pena, en cambio, que con todo el historial de podredumbre y picardías vividas durante esos diez años, haya gente común y corriente que aún se deje sorprender por un grupo de facinerosos. Ciertamente provoca lástima saber que hay quienes adoran la envoltura sabiendo que su interior está podrido. Qué pena.
Sin embargo, todo esto se pudo evitar, el presidente Moreno debió hacerlo en su momento escogiendo a las personas más idóneas para acompañarlo y no a los mismos causantes de la crisis moral, económica y política del correísmo. Y es que Moreno jamás estuvo preparado para ser presidente, es un personaje fácilmente influenciable, sin visión de futuro. Tardó año y medio en plantear una salida a la crisis económica que tampoco convence del todo, y aún ahora, después de casi dos años de su gestión pretende ‘arreglar’ el problema reduciendo el presupuesto a educación y salud de la proforma del 2019. Qué pena.
Él es el único responsable de lo que pueda devenir con el futuro inmediato del Ecuador. Él lo pudo y debió evitar. Él pudo enterrar de por vida a Correa y los suyos. Y se durmió. Nunca estuvo preparado para un reto tan grande como lo fue enfrentarse a dos verdaderos monstruos políticos, el de la crisis y el de Correa.
El asunto es extremadamente serio, porque ya sean los diezmos o las decenas y decenas de casos de corrupción cometidos durante la Revolución Ciudadana, podrían quedar en la memoria colectiva únicamente como un frustrado recuerdo de lo que no se pudo y se debió juzgar; es más, una vez en el poder, esos mismos recuerdos podrían virarse y mas bien catapultar figuras mesiánicas con más fuerza, como ahora mismo ocurre con Glas y obviamente con el mismo Correa. Qué pena. (O)