Consecuencias de Vulgarizar la TV / Ing. Patricio Chambers M.
C
Basta con mirar ciertos programas de televisión que ofertan especialmente las estaciones locales y nacionales, para comprobar que desde hace tiempo se las ha vulgarizado al punto de catalogar como exitosos aquellos que mejor explotan el morbo de la gente, el sensacionalismo y el escándalo.
En sus primeros tiempos, contar con un televisor en casa era signo de prosperidad y estatus social; hoy en las casas más humildes podemos encontrarnos con un televisor de 50 pulgadas de pantalla plana.
También tenía tres objetivos fundamentales: educar, informar y divertir. Pero la realidad es que, tal como lo señala la española Patricia Cochón en su artículo “La telebasura”, la televisión ya no educa, ni nos hace mejores, ni siquiera realmente nos divierte.
La mayoría de los noticieros locales y nacionales, están plagados de crónica roja. Los programas de “entretenimiento” y telenovelas trasmitidos incluso en horarios infantiles están llenos de manifestaciones que promueven los instintos más bajos del ser humano y roban buena parte de las horas de descanso y esparcimiento de los televidentes.
Sin embargo, muchos opinan que no tener un televisor nos lleva a desvincularnos de la realidad y a estar desinformado del mundo que lo rodea. Felizmente esto ha ido cambiando en los últimos tiempos gracias a la presencia de la Internet, la cual sin brindar mayores garantías al menos nos abre a otras posibilidades.
Aquellos buenos objetivos con los que fue creada la televisión, hoy han sucumbido ante la sed de dinero de una sociedad que se encontró con una de sus mejores aliadas, para transformar a las personas en consumidores de un mar de productos.
Un invento que seduce al común de la gente porque no requiere de ningún esfuerzo, manteniéndonos en una actitud pasiva tanto física como mentalmente. De hecho, de todos nuestros sentidos sólo usamos la visión y la audición, pero ni siquiera completamente.
En cuanto a la mente, los pensamientos están casi inactivos, no hay tiempo para el razonamiento consciente ni para hacer asociaciones mentales, pues para ello se requiere un tiempo que la televisión no presta, porque las imágenes van muy rápidas.
Hay estudios que demuestran que el estado de una persona viendo la televisión es de desatención, de somnolencia y semi-hipnótico, lo cual se produce apenas a los 30 segundos de estar viéndola.
En ese estado somos invadidos por miles de imágenes y sonidos que no procesamos conscientemente, siendo fácilmente influenciados por lo que trasmiten ese tipo de programas y decenas de campañas publicitarias.
Es así como este medio de comunicación masiva ha abandonado su función educadora para transformarse en una herramienta efectiva de trasmisión de auténticos antivalores. Para educar se requiere de un proceso de interiorización y tiempo para alcanzar una transformación real, pero ninguno de ellos están aquí presentes.
La vulgarización de los programas de TV, además alimenta a modos de pensar, vestir, actuar o hablar de una cultura que termina siendo esclava de sus propias pasiones. (O)