La felicidad y el enigma del deseo / Juan José Quesada Revelo

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La felicidad y el enigma del deseo / Juan José Quesada Revelo

Enunciar que todo deseo nace de una carencia representa ante todo un juicio de hecho, no es consecuente de una interpretación que hace alguien que piensa. Existen sujetos inamovibles frente a los sucesos del mundo, pero casi la totalidad de las personas encuentran su razón de ser en su propia reactividad de todo lo que sucede.

El deseo de felicidad, como cuestión imperativa, aparece en ese abismo del contacto con el mundo y el desfallecimiento de una ilusión tras otra. Producto de esta insatisfacción, el sujeto crea un discurso de su propia vida en forma de una construcción fantasiosa de su “yo” que desea proyectar en el mundo real. En otras palabras, cuando decimos desear la felicidad, lejos de querer que dicho deseo se lleve a buen fin, deseamos poner de manifiesto al mundo el “deseo en sí”. Lo que importa no es el enunciado sino la causa de la enunciación. 

Lo mencionado anteriormente se pone en evidencia con mucha facilidad cuando una persona dice que sufre mucho y que quisiera ser feliz, sin embargo, con toda su predisposición afectiva y conductual se inclina a perpetuar dicha infelicidad y rechaza cualquier tentativa de cambio. De manera posterior,  por desventura, quienes le escuchan siempre le aconsejan y hasta pueden proponerle “soluciones a sus infortunios”; para lo cual, esta persona sólo encontrará obstáculos que encubren poco o nulo interés por lo que exige y afirma desear. Esta postura existencial, es conocida como goce en el psicoanálisis lacaniano.

En función de lo expuesto, la labor del sujeto es dilucidar cuál es la causa de ese deseo. El antecedente que tenemos para responder esta cuestión es que el deseo no es un querer auténtico del sujeto, más bien, se constituye a lo largo de la vida, a través de nuestros padres y se replica en la cultura por medio de las figuras de autoridad.  (O)

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