Ecología, situación alarmante / Lic. Mario Mora Nieto
“Cuando uno termina su aseo por la mañana, se debe hacer, cuidadosamente, el aseo del planeta”.
Antoine de Saint-Exupéry
No sé cómo será en otros planetas, pero en el nuestro esto del aseo no marcha bien. Si miramos retrospectivamente la historia de nuestra civilización, concluiremos que todas las actividades del hombre siempre han ido en detrimento de la naturaleza. Para resistir el frío el hombre tenía que cortar un árbol; para comer debía matar un animal; para sembrar un vegetal quemaba el bosque y araba el terreno; para abrigarse despellejaba, desplumaba o esquilaba algún representante de la fauna; o sea, que a lo largo de toda su historia el hombre no ha hecho otra cosa que talar, quemar, desplumar y luchar contra la naturaleza. No ha sido, precisamente, un defensor del medio ambiente y sus recursos.
“Corren ríos de automóviles entre selvas de cemento, devorando metales, plásticos, goma, petróleo, devolviendo a la naturaleza el aire viciado, el ruido ensordecedor y un número creciente de muertos por accidentes de tránsito”.
Oleg Zhúkov.
Los aviones, los misiles intercontinentales y las naves espaciales eliminaron las distancias. Todo el planeta, de hecho, se ha convertido en le hábitat del hombre quien, en su afán de ampliarlo aún más tiende a conquistar el espacio circundante e incluso otros planetas.
La historia ha demostrado que ningún régimen socioeconómico, llámese capitalista, socialista, etc., puede evitar errores ecológicos. Ningún método de producción, por más correcto que sea, es capaz de garantizar la protección del medio ambiente si está orientado a obtener ganancias, ni aun cuando un objetivo radique en elevar el nivel de vida, porque el consumo ilimitado e injustificado irá siempre en detrimento de la coexistencia armónica entre el hombre y la naturaleza.
Seguir así será como cometer un acto suicida, aunque lo único claro es que el hombre aparece demasiado encantado con sus logros técnicos y obcecado en su afán de satisfacer sus necesidades sin importarle lo que suceda con el medio ambiente. No se siente obligado a vivir en armonía con la naturaleza. Es el “Rey del Mundo”. No se siente avergonzado ante sus antepasados, porque ha logrado mucho más que ellos, pero es muy posible que deje a sus descendientes las humeantes chimeneas, los putrefactos lagos y desiertos quemados por el sol. (O)