¡Enseñemos filosofía a nuestros niños! / Ing. Patricio Chambers M.
En un artículo publicado en El Mundo de España, Irene Hernández Velasco desarrolla una reflexión sobre el ¿por qué debemos enseñar Filosofía a los niños?.
Resulta interesante el tema pues sin duda el mundo moderno nos ha llevado y junto a nosotros, también a ellos, a una suerte de querer tenerlo todo sin pensar mayormente ¿si nos conviene o no?, así como ¿cuánta responsabilidad conlleva aquello?.
El punto es que en más de una ocasión nuestros niños nos sorprenderán con preguntas incómodas o difíciles de contestar como: papá: ¿los perros piensan? o quizás ¿por qué no se cae la luna? o ¿qué pasa cuando se acaba la vida?, junto a tantas otras que muchas veces tendrán que ver con lo correcto o incorrecto de tal o cual acción. En fin, cuestionamientos simples que bajo la candidez de un infante cobran un enorme significado.
La autora nos dirá, que lo que ocurre es que “dentro de cada crío hay un filósofo en potencia; la cuestión es cómo sacarlo a la luz”.
Hace ya unos 2.500 años, el filósofo griego Pitágoras sentenciaba “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”, haciéndolo filosóficamente y no de manera intelectual sino como algo natural en todo ser humano, ya que no basta con comprender tal o cual concepto… hay que aplicarlo.
Es decir, entender la filosofía más bien como un modo de vida basado en principios y valores universales, pues de nada sirve por ejemplo tener clara la definición de amistad, si no podemos ser mejores amigos, leales y solidarios.
Es momento de volver a sacar lustre a esta maravillosa disciplina para entregarla generosamente a los más pequeños, haciéndolo adecuadamente no como si se tratase de un adulto, sino como seres humanos que están en crecimiento en todo sentido, particularmente en cuanto a ideas se refiere.
Aristóteles decía que todo individuo tiende al saber, de ahí que un aspecto importante es formarlos en ese saber, pues entre otras cosas juega un papel fundamental a la hora de contar con ciudadanos comprometidos, que posean juicio propio y que no se mantengan al margen de la vida.
Los niños no sólo pueden filosofar, sino que deben hacerlo pues de ese modo aprenderán a pensar, pero por sobre todo a vivir en base a los valores humanos y de esa manera podrán construir un mundo mejor, siendo más tarde ciudadanos activos y comprometidos.
La mejor vía no está en llenar sus cabecitas con cuestionamientos abstractos, sino haciéndolo a través de cuentos infantiles, que tienen mucho de filosófico pues estimulan su imaginación, los lleva a hacerse preguntas y a tratar de responderlas.
También hay obras como “El niño filósofo”, de Jordi Nomen, casi un manual de ayuda para la reflexión de los más jóvenes, enseñándolos a pensar y descubrir “pues al fin y al cabo los niños llegan al mundo con una curiosidad insaciable y una enorme capacidad de admirar lo que descubren”. (O)