Querer a Ambato/ Washington Montaño
Febrero, mes del amor, inicio de la campaña electoral y hay un desborde inusitado de demostraciones cariñosas. Se comienza bien, con deseos de suerte a todos los candidatos, ofrecen impulsar una campaña de altura, de respeto a los postulados de campaña y a los espacios públicos para la propaganda. No pasan ni quince días y todo lo ofrecido al suelo, al igual que algunas propagandas.
Las redes sociales, están que da gusto, con tanto meme bochinchero y con lo ocurridos que son, dicen cosas y cosas, pero cada vez subiendo el tono, desde el chistecito agradable a las feas acusaciones; peor que chisme placero o cuento de borracho. La propaganda es tan agresiva que no hay poste que se salve, y en donde se han colgado varios afiches de los desaforados candidatos, muchos de ellos son conocedores de las ordenanzas, porque después de las elecciones tendrán que retirar esta propaganda.
La agresividad visual, los decibles altos de parlantes, las propagandas volantes regadas por las calles. Gente vestida de azul, blanco, verde, amarillo, rojo, ondean banderines, van pitando por las veredas asuntando a los transeúntes que reaccionan indignados, ofuscados, con enojo ante el atropello a sus derechos, que por más permisos que tengan no pueden violentar los que están establecidos para guardar la tranquilidad y el orden ciudadano.
En común, todos los candidatos dicen querer a Ambato y en sus mítines han esbozado el plan de trabajo, que contempla mejoras estructurales, urbanísticas, viales, festivas, legales, prediales, administrativas, deportivas, que indudablemente si se llegaran a cumplir, redundarán en beneficio social. Pero falta mayor impulso a la propuesta cultural; no hay consistencia en mantener hábitos sociales y culturales que un día fueron ejemplos nacionales como “la hora ambateña” “las buenas costumbres” “la minga de la ambateñidad”.
Querer a Ambato es demostrar conciencia ciudadana para la protección del bien común, mantener el frente de sus casas limpias de basura; limpiar la caca de sus perros cuando les sacan a pasear por la ciudad; no hacer de calles y parques urinarios; no exagerar en el costo de servicios al cliente; pagar impuestos por el uso de la vía pública; no obstaculizar el tránsito creando doble fila; ser racional en el costo del estacionamiento; brindar una buena atención, así no le compren; no convertir en cantinas, burdeles y mercados los parques y vías públicas; y, nunca abusar de su condición de autoridad para beneficiarse de los servicios, materiales, bienes o recursos de las entidades públicas y privadas en donde fungen como administrativos.
Demuestren cómo le quieren a Ambato, con un plan de trabajo responsable, serio, concreto, que respete la inteligencia de sus ciudadanos y no trate de envolvernos con propuestas demagógicas que se descubren en un discurso hueco, falso. Si quieren a Ambato firmen una carta de compromiso de limpiar y adecentarla después de las elecciones, es fácil; no gasten todo, dejen unos dolaritos para la limpieza, porque ganen o pierdan en las elecciones, van a ganar el afecto de los ciudadanos que recordarán ese gesto noble de volver las cosas a su estado original por el enorme cariño que se le tiene a la ciudad. Yo le quiero a Ambato, demostrando gratitud, como buen ciudadano, pagador de mis impuestos y respetuoso de su raíces. (O)