El río / Dr. Fausto Palacios Gavilanes
El río Ambato, nace en la Cordillera de los Andes de los deshielos y manantiales del Chimborazo y Carihuayrazo; el caudal va creciendo por los afluentes que recibe: quebradas y riachuelos y recorre, en su curso superior, por mesetas parameras, y en su curso inferior, por altiplanicies y valles, hasta desembocar en el Río Patate, el cual al unirse con el Río Chambo, al pie del volcán Tungurahua, forman el Río Pastaza, afluente del Río Amazonas – el más grande del mundo cuyas aguas se derraman en el Océano Atlántico.
El Río, parte importantísima de la naturaleza, es una bella joya del paisaje.
Las aguas cristalinas que se escurren por las faldas cordilleras, situadas por encima de los 5.000 metros de altura sobre el nivel del mar, van abriéndose paso a través del lecho cubierto de piedras caídas de los cerros adyacentes; y el cauce sinuoso de la corriente va bajando desde el pie de la montaña hasta el remanso del bajío.
En las márgenes y los alrededores del río: vegas, valles y altiplanicies, se cultivan huertos frutales, bosques artificiales y viñedos; hortalizas, legumbres y alfalfares; maíz, frijoles y ají; hierbabuena, toronjil y cilantro; flores plantas de ornamento; y se crían toda clase de animales domésticos y aves. Por doquiera asoman las casas blancas del campesino que hacen el contraste con la variada policromía de los cerros aledaños; del cielo que los entorna; de los lienzos vivos de los cultivos, praderas y bosques; de las corrientes de agua; de las acequias; de los caminos, carreteras y los ferrocarriles; todo ello estampado en una gigantesca acuarela natural de extraordinaria belleza.
Y, el espíritu se solaza cuando se ven caminar los puntos blanco y negro de las vacas lecheras “Holstein”, por el manto verde de la pradera; y por los aires, en raudo vuelo, revolotean el mirlo, la tórtola, el gorrión, el colibrí o quinde y el huiracchurito.
Del Río Ambato parten, como arterias de la vida, una red de acequias a lo largo de su recorrido. Estas acequias transportan el agua que habrá de fecundar los campos, donde se producen los alimentos y las materias primas. (O)