Hablando de elecciones / Jaime Guevara Sánchez
Quizás sirva compartir singularidades de un sistema electoral que teniendo varios siglos de existencia y un sinnúmero de peculiaridades, funciona. Me refiero al sistema electoral de Estados Unidos, que para nosotros, por ejemplo, sería un imposible.
La elección presidencial de Estados Unidos es técnicamente una elección indirecta. El pueblo de cada estado vota por compromisarios, colegio electoral compuesto de tantos electores como senadores y representantes (diputados) tenga el Congreso Federal; más tres electores por el Distrito de Columbia, asiento de Washington, la capital del país. Suman 538 electores que son quienes final y realmente votan “directamente” por los candidatos presidenciales y deciden la elección de uno.
Un candidato puede obtener minoría o mayoría de votos populares, y ganar o perder la elección en los votos electorales. Pruebas al canto, el voto popular no favoreció a George Bush, pero ganó los votos electorales suficientes para llegar a la presidencia. Suena ilógico, pero es así.
El candidato a la presidencia debe ser estadounidense de “nacimiento” y residir en el país durante los catorce años anteriores a la elección. Los candidatos a senadores, representantes, gobernadores y otros cargos en escala descendente, pueden ser extranjeros naturalizados estadounidenses.
En EU no hay Tribunal Supremo Electoral. No se gasta un centavo en promocionar la proximidad de elecciones.
La Corte Suprema de Justicia dirime cualquier problema electoral; su resolución es definitiva. El voto es voluntario, de manera que quien quiere votar tiene que registrarse previamente. No existe ley que obligue a votar. Y agárrese de la silla amigos lectores, en EU se puede votar por correo.
Hillary Clinton y Donald Trump fueron a la elección definitiva porque ganaron las “primarias” que los convirtió en candidatos. Esto no quiere decir que no hubo otros aspirantes de un sinnúmero de grupos políticos. No tuvieron el mínimo chance, sin embargo participan por hacerse conocer e incrementar sus aspiraciones en futuras contiendas electorales.
Cierro mi criterio particular. El sistema electoral de varios países, como documento legal escrito, es un código perfecto. Lamentablemente, los intereses de los políticos de turno se convierten, instantáneamente, en intereses económicos-financieros-absolutos, personales… La LEY es letra muerta.