El curioso caso Assange / Esteban Torres Cobo
Finalmente, el Ecuador terminó la irregular situación geopolítica, legal y de imagen quele generó el otorgamiento del asilo al hacker JulianAssange y su residencia en laembajada de Londres. ¿Por qué nos metimos en ese lío? Nunca se sabrá. Quizás porprotagonismo o deseos de medios internacional, en fin. Fue un error en todos lossentidos.
Todo lo que vino después, sin embargo, embarró aúnmás el panorama. El huéspedincómodo hackeaba los sistemas internos de la embajada, se metía en los servidoresdel Ecuador, interfería en elecciones y en problema sociales graves como elreferéndum en Cataluña. No tenía límites. Sus modales tampoco. Pintaba con suspropias eses fecales las paredes de la pequeña oficina ecuatoriana en Londres.
Al gobierno no se le ocurrió mejor idea que otorgarle la nacionalidad ecuatoriana,luego de un sospechoso proceso que hoy la Cancillería cuestiona y que podría acarrearserias consecuencias para la excanciller María Fernanda Espinosa. Creó un dobleestatus novedoso: un ecuatoriano con asilo otorgado por su propio país en unterritorio extranjero. Algo ilógico a todas luces.
El nuevo ecuatoriano lamentablemente no había podido evadir sus responsabilidadescon el Reino Unido, con Suecia y con los Estados Unidos. Un salvoconducto solicitadopor el Ecuador para que Assange pudiera salir fue negado.
El vaso se colmó, sin embargo, con la supuesta difusión de las imágenespersonales delpresidente y, como colofón, lo sacaron patas afuera a la calle.Un episodio, en general,muy innecesario y vergonzoso desde el principio. Moraleja para no cometer algo asíotra vez por noveleros. (O)