La mente y la medicina II / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión


MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

Hace dos semanas cuando hablábamos de la mente y la medicina nos preguntábamos ¿si lo más importante para nuestra salud es solo tener en cuenta una dieta balanceada, hacer ejercicio diario, dormir bien, tomar muchas vitaminas y hacernos miles de exámenes? ¿sólo el cuerpo es la base para la salud o si más bien el cuerpo es el reflejo de cómo vivimos nuestras vidas? ¿Acaso sabemos cuándo el cuerpo está tratando de decirnos algo y nosotros lo ignoramos? ¿qué ocurre cuando en muchos pacientes cunde la desesperación porque no se puede llegar a un diagnóstico convincente y les dicen que no tienen nada luego de muchos exámenes y que “ponga de parte” y sólo son ellos los que se sienten no estar bien y es evidente que de verdad están sufriendo, pero nadie les comprende, visitan casi una docena de médicos y/o toman una carga de medicamentos y no hay mejoría?

No hay píldora para tratar esta epidemia, no hay examen que permitan diagnosticarla, no hay vacuna para prevenirla ni cirugía para extirparla. Muchos de estos pacientes refieren haber alcanzado todo el éxito laboral y familiar deseado.  

Tomemos a una brillante médica de 33 años que estaba sufriendo lo mismo que sus pacientes, una típica médica que había conseguido todo lo que había querido, todos los embustes del éxito y todo para ser feliz en el futuro. Con su impecable bata blanca subida en un pedestal tenía la imagen de una de las mejores doctoras simulando que lo sabe todo atendiendo 40 pacientes en promedio 8 minutos por cada uno en uno de los mejores hospitales de la capital. Divorciada dos veces, con un tipo de abuso sexual en su infancia, con presión alta, con células precancerosas en cuello de útero que requiere cirugía, totalmente desconectada de quien era ella, agotada espiritualmente y fingiendo tener todo bajo control aunque en un mismo mes tuvo un hermano con una enfermedad del hígado complicada, su padre que fallece de un tumor cerebral, para colmo luego de algunos meses su esposo se corta dos dedos con una sierra en el trabajo y finalmente se le murió su perro de 16 años de edad. Cubierta de una serie de máscaras creyendo tener todo bajo control, quizás muchos conflictos familiares, laborales, conyugales o personales creyendo en aquello de que “cuando tu vida se cae a pedazos, si las cosas no te matan, te hacen más fuerte” afortunadamente decidió hacerse más fuerte, crecer en su yo sabio interno, su “piloto interior”, se dijo: “Es hora de quitarme las máscaras, acabar con la loca y frenética vida de hacer lo que debo y empezar a hacer lo que siento, considero que hay que cambiar de una medicina fría, sin tiempo ni relación con el paciente, complementar con una verdadera práctica espiritual de la medicina, me había herido tanto el sistema que ya ni lo notaba, yo no había estudiado tanto para ser arrogante, engreída, deshumanizada, explotadora y sin empatía. Culpaba al sistema, a la maquinaria monstruosa de las farmacéuticas, a las compañías de seguros, a la medicina subespecializada, pero no. Es un redescubrirme y redescubrir una medicina con convicción, sabía que hay algo más allá de los síntomas y que en los libros de medicina, de un gran capítulo que leemos, tan solo en un renglón hablan del tema humano dándole poca importancia. Entendí en pocas palabras lo que se llama una medicina integral. Entendí que todas las soluciones a los problemas de salud no están fuera del paciente, comprendí que el control del síntoma no es la raíz de los problemas de mis pacientes y fue entonces cuando empecé a amar a la medicina.”(O)

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