Gente tóxica / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión


Casi todos los días se nos cruza la toxicidad, comida tóxica, medio ambiente tóxico, bebidas tóxicas, relaciones de pareja tóxicas, amistades tóxicas, vecinos tóxicos, jefes tóxicos, trabajos tóxicos, compañeros de trabajo tóxicos, entre otros, que generan, consecuentemente, pensamientos, emociones y actitudes tóxicas. Pero hablemos un poco de la gente tóxica que muchos estudiosos les llaman los anticipadores de la desgracia y que parece que en América Latina somos líderes en tener este tipo de gente, que va aumentando exponencialmente. Parece que se esmeran en buscar gente contenta, positiva y entusiasta para deprimirla. Son personas que, en verdad, desde que se levantan por la mañana, parece que tienen un único objetivo y es el de amargarle la vida al que se le cruce y si un día no han amargado a nadie no pueden dormir tranquilos. Casi como una misión u obligación de hacerle sentir, a la gente que está contenta, positiva o entusiasmada, por la razón que sea, qué esos momentos felices le va a durar muy poco, por ejemplo, basta que alguien diga que se siente maravillosamente porque está enamorada para que diga: “pero ustedes llevan muy poco tiempo juntos” “disfruta al máximo estos momentos porque no va a durar mucho tiempo”. Estas personas tóxicas se creen que no son ni negativos ni pesimistas, sino realistas. y con este argumento se sienten con el derecho de llenarnos de pesadumbre y atormentarnos la vida. Estos anticipadores de infortunio se caracterizan por tener el perfil de un sabelotodo, son expertos en política, en economía y hasta en clima y alimentación saludable, tienen respuesta para todo. A cualquier persona que esté medianamente contenta la entristece, de hecho, nunca una mujer ha recibido más malas noticias de parto malo y de bebes enfermos que cuando está embarazada. Basta que esta gente se entere o detecte a alguien con un poco de barriga para que le diga: “Viste a la vecina, tuvo un parto muy complicado, con placenta previa y su bebe nació porque Dios es grande”. A aquella que espera su primer bebe le advierte que duerma, que aproveche descansando porque una vez nacido el bebé, nunca más podrá dormir igual. Basta que alguien comente que se quiere casar para que digan: “Pero si estás bien así, la cosa del matrimonio cada vez está más complicada, porque no viajas, todavía tienes que gozar la vida”. Si alguien dice “que bueno que llueva, así se asienta el polvo y las plantitas ya necesitaban”, pero no falta el amargador que diga: “Es que mañana también lloverá y nos enfermaremos, las carreteras se arruinarán y tengo que viajar”. Es decir que no hay nada que podamos hacer o decir que no sea destruido por estas personas.

A estos especialistas en premonición de desgracias, que cada vez se van reproduciendo más y más, que se van especializándose más y más en el gran arte de amargar y amargarse la vida, se asocia otro factor histórico que tiene que ver con la colonización que nosotros tuvimos y que fue preponderantemente por la civilización judeo-cristiana. Una de las consecuencias más negativas que nos dejó esta colonización es que nos “clavaron” en la mente la culpa, pero, ojo, no cualquier culpa, es la culpa por estar bien, que este mundo es un valle de lágrimas y que vamos a ser felices después del descanso eterno, creyendo que sólo se aprende a través del dolor y que por estar bien hay que “pagar”, que no es gratis. Absurdos paradigmas que tenemos en la cabeza que no nos dejan disfrutar de esta vida que es cíclica. No debemos tener miedo a estar demasiado tiempo bien, Todo dolor es transitorio, todo pasa, no debemos ni estamos pagando nada. Tan solo tratemos de ser buenas personas llevando nuestras vidas con hombría de bien. (O)

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