Reformas Laborales / Mirian Delgado Palma
Actualmente el Estado ecuatoriano está empeñado en introducir reformas laborales y para el efecto se han abierto diálogos, en donde la opinión, los puntos de vista, los razonamientos sobre aquellas reformas, han trastocado la sensibilidad de empresarios y trabajadores que desde sus perspectivas consideran un atentado en contra de sus legítimos intereses.
Hay que admitir que las reformas laborales, en su tiempo, fueron el fruto de las conquistas de líderes sindicalistas, que lucharon por que el trabajador sea tratado, primero como un ser humano, con dignidad: y, segundo como un individuo con deberes y derechos; y, que como tal merece respeto y justicia como reconocimiento a su trabajo, ya que ellos constituyen el motor que mueve la productividad, la economía y la riqueza de un país.
No podemos cerrar los ojos a la realidad en la que vivimos. Un mundo presionado por diversos factores. Las leyes, las normas, preceptos, etc., tienen que caminar en consonancia con los cambios que exige la época. Nuestro Código de Trabajo tiene una vigencia de más de ochenta años, de manera que si analizamos fríamente, este instrumento jurídico para nuestra época ha perdido vigencia. La dinámica cambiante del entorno y dintorno, obligan a las instituciones y personas a innovar los procedimientos empresariales.
Entre las modificaciones al Código del Trabajo se menciona: la contratación ocasional, la ampliación de la jornada diaria, despido intempestivo, emprendimientos. Consideramos que sin afectar los derechos inalienables de los trabajadores, el gobierno ha puesto especial interés para que los 4’200 desempleados tengan acceso al mercado laboral formal, así como al 9% de jóvenes que se encuentran en la desocupación. Por consiguiente se está vulnerando el artículo 23 de la “Declaración Universal de los DD.HH.”, cuya parte pertinente, numeral 1, dice: “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo…” Nuestra Constitución refiere en su Art. 33 “El trabajo es un derecho y un deber social… El Estado garantizará a las personas trabajadoras el pleno respeto a su dignidad, una vida decorosa, remuneraciones y retribuciones justas…”.
Se menciona que los derechos de los trabajadores son intocables e irrenunciables, de tal manera que deseamos que las reformas que se realicen beneficien a los desempleados, buscando los mejores mecanismos y estrategias, sin violentar los principios inalienables de los trabajadores formales.
Es cierto que los cambios generan incertidumbre, pánico, angustia: sin embargo, es necesario aceptar los cambios para lograr los propósitos establecidos, para lo cual es menester poner a caminar de la mano la acción y la eficiencia. De la acción perseverante surgen obras, sean estas espirituales y materiales, casi siempre mejores que los propósitos. Y se llega a la acción identificando problemas mediante el auto diálogo y los enfoques interdisciplinarios, siempre receptando la voz de las partes inmersas en aquella problemática. Es decir, al conocer los objetos y los medios obramos con eficacia para alcanzar o modificar la realidad y mirar el porvenir.
Aspiramos que superando los disensos se lleguen a consensos y se encuentre el punto de equilibrio que beneficie a la trilogía Estado-Empresa-Empleados. (O)