¿Buen padre sin ser buen esposo? / Kléver Silva Zaldumbide
Aunque parezca irreverente para las personas feministas y desconcertante para los machistas, ser buen padre, en términos que demanda el equilibrio racional, no es tan fácil. En general, en el día a día, lo que se vive es una realidad enteramente machista pero encubierta, inculcada desde la niñez hasta la vejez. Se dice que macho es con “M” de mujer porque, en parte, la mujer mismo aporta a que se promocione dicho complejo, pues muchas mamitas alardean ante otras en reuniones de padres de familia, con henchido orgullo, que su hijo aún niño y ya tiene múltiples llamadas telefónicas de muchas chicas.
En el desempeño diario de nuestro centro médico, y luego de realizar la historia clínica integral, analizando las situaciones de relación, ya sea interpersonal, familiar, laboral, conyugal, sexual entre otras, el maltrato hacia la pareja ya sea afectivo, verbal, actitudinal, gesticular y hasta físico es una realidad alarmante, se cree que más del 75% de las parejas no están bien, viven y sobreviven, disfrazadas de apariencias y etiquetas por el qué dirán, por miedo a su inestabilidad económica o argumentando no poder dejar a sus hijos sin su padre como justificativo irreal, ya que a la postre esos hijos crecerán llenos de frustraciones y complejas alteraciones psicoemocionales (nerviosos, inseguros, de baja autoestima), añorarán abandonar ese núcleo hostil, buscarán un escape (matrimonio, droga, alcohol) como fácil medida de evasión, etc. Es penoso saber que anden sueltos tantos energúmenos dando la peor de las imágenes a sus hijos, preparando el terreno para los futuros fracasos conyugales de esas inocentes criaturas que, sus células espejo cerebrales, nunca se enterarán ni aprenderán lo que es respeto, dignidad, hombría de bien, amor, ternura, aceptación, autoestima, en sí un estilo afectivo positivo hacia su futura pareja.
En nuestra experiencia podemos calcular que se espera un rango de 8 a 15 años de diario “viacrucis” para tomar alguna decisión o solución a semejante desdicha por parte de nuestras mujeres. Existe un exagerado apego que corroe la relación, un sometimiento y una enfermiza dependencia hacia sus verdugos (esposos), practicando un estilo afectivo sumiso-dependiente-débil (sin ti no soy nada), teniendo al frente un hostigante-abusador-agresivo, controlador obsesivo, generalmente de autoestima baja (celoso-inseguro). La constante queja es la falta de afecto, ternura, consideración, valoración, con una ausencia casi total de respeto al hogar y sin respeto no hay amor, no se puede amar a quien hace daño. Si no dejamos un legado positivo de buena imagen a nuestros hijos, no nos ha servido de nada el haber transitado por este planeta. Nos sentiremos vacíos de existencia y defraudados con nosotros mismos, sin sentido…Ya lo dijo Krishnamurti: “Si realmente amáramos a nuestros hijos, no habría guerras”. “El amor no es sólo un sentimiento, es también un arte” dijo Balzac, por tanto, los mitos maritales y los principios de dignidad conyugal no son innatos, debemos aprenderlos. Todos nuestros traumas del pasado debemos resolverlos con ayuda profesional evitando así que los conflictos vayan en cadena destruyendo a nuestras familias. En este mes recordemos que nuestra familia espera el regreso a casa de un padre y un esposo empático, alegre, pacífico, sencillo y de mucho crecimiento espiritual. Debemos hacer una revolución psicológica por hallar paz interior, conformidad y sentido de justicia hacia nuestra estructura familiar… ¡Viva el día del padre! (O)