Quito da estocada final a tradición taurina con cierre de La Belmonte

Nacionales
El festival acompañaba en las noches a la feria «Jesús del Gran Poder», que tenía lugar en las mañanas en la plaza de toros «Quito». (Foto EFE)

Quito, (EFE).- El Municipio de Quito ha decidido dar la estocada final a su centenaria tradición taurina con la transformación en un centro cultural de una de sus más antiguas plazas de toros, La Belmonte, un relicario de faenas de postín.

El nuevo alcalde de Quito, Jorge Yunda, que entró en funciones en mayo, ya ha anunciado que pretende transformar esa plaza en un centro cultural y de espectáculos, aprovechando que el 5 de agosto termina el contrato de arrendamiento con la empresa Triana.

«La Plaza Belmonte se va a dedicar a actividades culturales, artísticas, eventos de moda, eventos de diferentes actividades y posiblemente algunas actividades deportivas también», dijo a Efe el alcalde.

«Ese es nuestro proyecto. Al menos mientras yo esté en la Administración, nunca más haremos eventos de crueldad animal», aseguró Yunda.

Y aunque ha causado una gran decepción entre los aficionados taurinos locales, lo cierto es que la decisión no ha sorprendido a nadie.

La transformación tiene su origen en mayo de 2011, cuando en una consulta popular venció la opción que impedía matar animales en espectáculos públicos, una resolución que acabó echando el candado a la Monumental, la principal plaza de la capital ecuatoriana con un aforo de unos 15.000 espectadores.

Desde entonces, varios intentos por recuperar la fiesta no prosperaron y dejaron a la más pequeña Belmonte, de tan sólo 3.000 espectadores, como el único escenario adecuado para la fiesta brava, aunque con espectáculos a la usanza «portuguesa».

Espectáculos que, a pesar de no contar con el tercio de espadas, en los últimos años han sido una suerte de grito reivindicativo frente a lo que era ya una tendencia irreversible.

Para los entendidos, La Belmonte era el símbolo puro de la fiesta, porque la afición quiteña aún guarda gratos recuerdos de las faenas de antología vividas en el coso patrimonial del barrio de San Blas, una coqueta edificación colonial enclavada en el corazón mismo de la ciudad y rodeada de viviendas tradicionales de grandes balcones que florecían con la llegada de las temporadas taurinas.

Y es que la fiesta brava en Quito tiene sus orígenes en 1534, cuando varios festejos se escenificaron en la Plaza Grande, la plaza mayor de la ciudad, en pleno casco colonial.

Posteriormente, una cantidad de plazas fueron apareciendo y en 1917 nació la Belmonte, remodelada en la pasada década de los años cincuenta.

La prestigiosa periodista y experta taurina Carmen Toledo contó a Efe que esta plaza fue impulsada por una de las familias tradicionales de la ciudad, de apellido Guarderas, y construida en madera y piedra.

Muy pronto -prosiguió- se convirtió en el principal escenario de la cultura taurina de Quito, con una afición muy pura y latente que amaba la fiesta brava.

En la pasada década de los sesenta se construyó, en el sector norte de la ciudad, la Monumental «Quito» y desplazó momentáneamente a La Belmonte hasta ya entrada esta centuria, cuando el coso de San Blas fue reinagurado.

En 2004, asumió su administración la empresa Triana, del matador y ganadero José Luis Cobo, quien creó el festival «Virgen Esperanza de Triana», un acontecimiento esperado por toda la afición y que, con sus carteles, alentó el comercio del centro de la capital.

Carmen Toledo puso como ejemplo del poder del cartel de La Belmonte, la terna que actuó en la corrida inaugural del festival, con toreros como los españoles José María Manzanares, padre e hijo, y los ecuatorianos José Luis Cobo y Leandro Marcos.

Tras suspenderse los festejos en la Monumental, en 2012 La Belmonte recobró fuerza con las últimas corridas a la usanza portuguesa.

Su historial incluye una corrida de antología en 2016 con Manuel Mejía Rapelas «El Papa Negro», Enrique Ponce, David Fandila «El Fandi», José María Manzanares y el peruano Andrés Roca Rey, con una encerrona de cuatro toros.

Faenas muy especiales salen del baúl de los recuerdos de los quiteños, entre ellas la del 2 de diciembre de 2017 en la que alternaron «El Fandi», el francés Sebastián Castella y el venezolano Jesús Enrique Colombo.

Una de las particularidades de ese festejo fue el tercio de banderillas del primer toro, cuando «El Fandi» y Colombo compartieron los rehiletes y, en su turno, el venezolano -para evitar un percance con el toro- saltó el burladero clavando la banderilla en la pierna de un periodista del callejón, lo que generó emoción en el respetable.

Roberto Omar Machado, periodista y aficionado práctico, recuerda grandes tardes en La Belmonte, como aquella de José María Manzanares hijo que recibió un impulso a su carrera cuando pasaba momentos difíciles.

Opinó que, decisiones como las del actual alcalde, suponen un recorte a las libertades, pero espera que aquella romántica plaza del centro de Quito no sea destruida en su esencia taurina.

Machado, de su lado, parafraseó a Gabriel García Márquez y dijo que «si los toros deben acabar no debe ser bajo prohibiciones, sino cuando el último aficionado deje de ir a la plaza». (I)

Deja una respuesta