Muerte, Maldad, Vida y Amor / P. Hugo Cisneros
Hoy domingo la Liturgia Católica nos recuerda en palabras de Cristo que todo cristiano tiene que amar a Dios y amar al prójimo. La vida cristiana se reduce al Amor en esa doble dimensión que Cristo nos recuerda: amar a Dios sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos. Comparto algo de la vida de Maximiliano Kolbe mártir de la guerra mundial.
Siempre me ha impresionado las palabras de Nietzsche en su obra “Así habla Zaratustra”, pues me dejó abierta para siempre la puerta para ir descubriendo, encontrando a Dios. Comparto esta lectura.
Zaratrusta descendió solo de la montaña, y a nadie encontró en su camino. Pero no bien se hubo internado en el bosque, se encontró con un anciano que había abandonado su santa choza para coger raíces por el bosque. Y el anciano dijo así a Zaratustra:
“Este viajero no me es desconocido: ha muchos años pasó por aquí. Se llamaba Zaratustra, pero se ha transformado”.
Zaratustra se ha tranformado, se ha convertido en un niño. Zaratustra es que despierta.
¿Qué tienes tú que ver con los que duermen?
Como el mar, vivías tú en la soledad, y el mar te sustentaba. ¡Ay! ¡Ahora quieres pisar tierra firme! ¡Ay! ¡Quieres andar por tu propio pìe!”
Zaratustra contestó: “Yo amo a los hombres”.
“Y ¿para qué-dijo el santo- bajé yo al bosque y fui al desierto? ¿Acaso no fue porque amaba demasiado a los hombres? Pero ahora amo a Dios; ya no amo a los hombres. El hombre es, a mis ojos, una cosa imperfecta. El amor de los hombres me mataría”.
Zaratustra contestó: ¡Qué digo amor! Yo traido a los hombres un presente”.
El santo sonrió al oír estas palabras de Zaratustra, y dijo:
“¡Veremos si aceptan tus regalos! Son muy desconfiados contra los anacoretas, y no creen que les llevamos regalos.
“Y ¿qué hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra.
Y el santo contestó:
“Hago canciones y las canto, y cuan do las compongo, río, lloro y murmuro: y así alabo al Señor.
Cantando, riendo, llorando y murmurando, alabo al Señor mi Dios. Pero, veamos, ¿qué presente es ése que nos traes?”
Al oír Zaratustra estas palabras se inclinó ante el anciano, y dijo:
“¿Qué podría yo daros?…¡Mejor es que me dejéis marchar cuanto antes, no sea que os quite algo!”
Y en esto separáronse los dos, el anciano y el hombre, riendo como dos muchachos.
Así que Zaratustra estuvo solo, dijo para su capote: “¿Pero es posible? ¡Este santo varón aquí, en su bosque, no se ha enterado todavía de que Dios ha muerto!”.
¿Cuál es el presente que el santo y Zaratustra intentan dar al mundo?
¿El ateísmo en Nietzsche es una fría decisión teórica o una nueva religión, con sus anacoretas y sus misioneros? ¿Qué sentido tiene la expresión “Dios ha muerto, en Nietzsche?. (O)