El disfrute de la lectura / Hernán Marcelo Guerrero
Si los chicos están de vacaciones, por hoy no quieren leer, ya lo sé. La \mitad de los estudiantes no lee ni un sólo libro al año. Me cuesta creer esta afirmación, que deja a sus padres con un nuevo sabor agridulce. Llego las vacaciones y hoy es cuando los chicos deberían dedicarle a la lectura unas dos horas al día, tal vez hay gente que lee con pasión y otra que lo hace por imposición. Los más jóvenes no pasan de leer lo obligado en sus programas escolares y muchos de ellos recurren a la muy visitada página web del rincón del vago, donde ni siquiera tienen que pagar por un resumen de la novela de turno. Son días estos en los que se habla mucho de libros, de lectura, días que me hacen reflexionar y recordar años de mi infancia y de mi juventud en donde para hacer una tarea visitábamos las bibliotecas leíamos el libro de algún autor y al siguiente día en frente de los alumnos obligadamente expresábamos nuestro resumen, sé que hoy en día ya no es así, si se da el resumen es en grupo y con ayudas de diapositivas.
Hoy día no hay tiempo para compartir con los pequeños la magia de la lectura y en una dejación de responsabilidades los padres esperan que esta labor sea práctica exclusiva de la escuela. No obstante, la lectura es un valor que debe rebasar el ámbito escolar porque no se trata, simplemente, de un proceso más de aprendizaje, si no sobre todo, porque mediante su dominio se adquirirán destrezas, actitudes, competencias que les van a resultar imprescindibles en la vida cotidiana y en su integración con grandes posibilidades en la sociedad. De ahí que la familia debe adquirir conciencia de la definitiva influencia en sus hábitos lectoras, por un lado, y la colaboración, por otro, pueden ser determinantes en el valor que para los pequeños represente la práctica lectora. Huir de la lectura es huir del argumento de la razón, de la claridad, de la capacidad de opinión y crítica. Es, en último término, abdicar de la libertad.
La biblioteca debería trabajar en estos días estimulando a la lectura en los niños y jóvenes con algún tipo de incentivo y no solo para estar sentados conversando o mirando al poco público que consulta, los padres de familia impliquémonos en la tarea de fomentar imaginación, curiosidad, interés por los libros, sin olvidar que el verbo leer no admite imperativos y que la lectura compartida refuerza las capacidades imaginativas del niño del joven y lo hace abrir su mente a múltiples posibilidades, todas de cara a su presente pero, ante todo, de cara a su futuro. (O)
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