’Billi’, primera guía turística que exploró el Tena
‘Billi’ tiene un alma gitana. Ama la vida y cada recuerdo los atesora en el mejor de sus baúles, su memoria. Es hija de un científico estadounidense que llegó al país por el año de 1930 y se casó con una baneña y de ese matrimonio surgió Guillermina Eloísa Clarke que a sus más de 70 años de edad aún recorre a pie o en canoa aquellos senderos que la convirtieron en la primera mujer guía turística de Tena, provincia de Napo.
A través de la experiencia de ‘Billi’, así la conocen en Misahuallí, parroquia a que ama, se forjó la visión del turismo, aseguran quienes la conocieron en esos inicios. Fue ahí donde comenzó su periplo por explorar las montañas vírgenes de la Amazonía. Tenía 40 años de edad cuando empezó a llevar a grupos de turistas norteamericanos y de otras partes del mundo que llegaban con ansias de explorar esas tierras llenas de misterio y belleza.
DE SU PADRE APRENDIÓ LA AVENTURA
El papá era entomólogo, le gustaba estudiar los insectos y por eso llegó a la Amazonía. Ingresó por Perú y a Ecuador por los límites del Oriente. En ese periplo el estadounidense conoció a Eloísa con quien procreó cuatro hijos, entre ellos a ‘Billi’.
El hombre trabajó en la Universidad Central y cada vez que regresaba a Baños de Agua Santa se iba con su hija a explorar y a buscar las mariposas para estudiarlas. Con el pasar del tiempo se fueron a vivir a Puerto Napo, donde la pequeña ‘Billi’ comenzó a conocer sobre las culturas indígenas que en ese tiempo vivían adentradas de las montañas. Sin saber ese conocimiento le permitiría ganarse el sustento con el pasar de los años.
Cuando era adolescente su padre enfermó de gravedad y un amigo alemán le salvó la vida. En ese tiempo le dijeron que debía trasladarse a vivir cerca al mar. Dejaron todo en Napo y se fueron a Cojimíes, Manabí, sitio donde murió el progenitor.
Ella fue la encargada de ayudar al hogar y en el mar aprendió de las habilidades de los pescadores hasta que se casó. Tuvo once hijos, cuatro de ellos murieron.
‘Billi’ con ocho hijos aún pequeños, retornó a sus raíces en Napo. Para sobrevivir recolectaba mariposas y las vendía en las ciudades y por un golpe del destino alguien le pidió que los lleve hacer recorrido por la selva y como ella conocía cada rincón aceptó. Así se convirtió en la primera mujer guía de turismo.
Aprendió el idioma de los shuaras y kichwas para entenderse con los nativos. “Ellos me ayudaron a desenvolverme dentro de la selva que es muy misteriosa”, sostuvo la mujer que mantiene un buen sentido del humor. (I)