El hombre debe aprender a gobernarse / Edison Narváez
Vivimos en un mundo en donde el inmediatismo, la multitarea y la sobrecomunicación nos roban espacio para la reflexión, lo cual evidentemente agrava la presión sobre nosotros mismos. Ciertamente, que con solo dar un click tenemos todo en tiempo real, y eso nos lleva a no soportar la espera.
Hace algunos años, enviabas una carta a tu novia y se demoraba 15 días en recibir y contestar, lo cual te invitaba a soñar; ahora si tu chica tarda cinco minutos en responder un mensaje de WhatsApp, paras de soñar y te desesperas.
Responder ante cualquier evento sin dejarse arrebatar por sentimientos o emociones perturbadoras se ha convertido en una labor ciertamente difícil en una era de ansiedad en la cual nos ha tocado vivir.
Los seres humanos invertimos o gastamos inútilmente mucho tiempo dialogando con nosotros mismos; lo sorprendente es que al menos un 80% del tiempo que pasamos parloteando internamente, lo hacemos a través de pensamientos, reflexiones y afirmaciones negativas; y claro empezamos a ver el mundo externo de acuerdo a nuestros pensamientos, y como estos son negativos entonces el mundo es negativo.
En muchas ocasiones dejamos que este diálogo interno se vaya en piloto automático, hacia el negativismo y/o pesimismo, esto en virtud de nuestra programación mental limitada que ha sido forjada desde la infancia.
Estimados lectores es muy importante para nosotros evitar que en nuestro diálogo interno predominen los pensamientos negativos como: “Yo no puedo”, “Yo no sirvo”, “Yo no merezco”; porque este tipo de diálogo condiciona nuestro mundo y nos genera una realidad limitante.
Lo anteriormente anotado nos invita a mejorar nuestro diálogo interno; esto significa convertirlo en positivo y optimista, cuando el cerebro ve hacer algo bueno o malo, genera una semilla que crece generando los pensamientos dominantes, es decir que si yo me veo a mi mismo siempre tratando a las personas con amor, voy a creer que eso es lo normal en el mundo y voy a tener amor.
El hombre cambia a partir del pensamiento, en tal virtud debemos entender que nuestros semejantes también son el resultado de su pensamiento; entonces cuando desarrollamos este entendimiento vemos con mayor claridad como las relaciones y la vida misma suceden por acción de la relación causa – efecto, y cuando esto sucede la vida cambia, la preocupación y el enfado ceden y permanece un equilibrio y una serenidad en el pensamiento. En este sentido el hombre aprende a gobernarse y se adapta a sus semejantes. (O)