La salud de una sociedad /Mario Fernando Barona
En algún momento del siglo XVIII, el filósofo francés Auguste Comte, considerado el creador del positivismo y padre de la sociología, dijo: la sociedad funciona como un organismo vivo que tiene una estructura, y sus partes no trabajan de manera independiente. La sociedad, dice, es una estructura en la que cada miembro ejerce una función distinta y cada parte es interdependiente. Cada elemento tiene una función que contribuye a la evolución social y al desarrollo.
En consecuencia, si encontramos lógica en esta metáfora orgánica, diríamos pues, que la salud de una sociedad depende en gran medida de la salud de cada uno de sus miembros. Y la verdad, suena bastante bien, y sino analice lo siguiente: una sociedad con alta autoestima, funcional y relativamente pacífica, es por lo general altamente desarrollada, su gente vive feliz, sin prejuicios y con un gran nivel de vida; en cambio, una sociedad derrotista, es por lo general una sociedad corrupta, violenta, subdesarrollada, prejuiciosa, acomplejada y escasamente productiva.
Ahora, la parte interesante está en el hecho que si bien es cierto mucho depende de cada uno de nosotros el contribuir a la salud de una sociedad, muchísimo más depende de los líderes políticos, porque en sus manos está educar e instruir a toda la masa, al pueblo entero, a millones de personas, para que valoren su autonomía intelectual y no se dejen embaucar fácilmente a consecuencia de la ignorancia y la baratija espectacular de la demagogia.
Por eso, pensar por uno mismo es invaluable, porque permite sentir la libertad de aportar, de apreciar otros frentes, de tener recursos para sostener un argumento, de no angustiarse con una sola visión, de valorar las equivocaciones y destacar los aciertos, de vivir en paz y armonía, de no amargarse aferrado a una sola verdad, de apreciar la tolerancia y finalmente de tener la satisfacción de crecer como persona y por consiguiente como sociedad.
Si hasta ahora los gobiernos no lo han hecho y más bien han fomentado el populismo de la ignorancia y el engaño, es nuestro deber como ciudadanos formar hijos y nietos más y mejor formados para que la futura sociedad del Ecuador sea robusta, sana y con alta autoestima. (O)