Dos líneas de pensamiento / Kléver Silva Zaldumbide
Probablemente, una verdad muy general en la historia del pensamiento humano la constituya el hecho de que los más fructíferos descubrimientos tienen lugar en aquellos puntos en los que se encuentran dos líneas de pensamiento distintas. Estas líneas pueden tener sus raíces en hemisferios diferentes de la cultura humana, en distintas épocas, en diferentes entornos culturales, diferentes tradiciones, religiones o filosofías.
Las raíces de la física, como las de toda ciencia occidental, se hallan en el primer período de la filosofía griega, siglo VI antes de Cristo, en una cultura en la que no existía separación alguna entre ciencia, filosofía y religión. “Física” deriva de la palabra griega “fisis” que significaba el empeño por conocer la naturaleza esencial de las cosas. Desde la escuela de Mileto llamados “hylozoístas” (vínculo entre materia y espíritu), luego Anaximandro que vio al universo cono un “neuma” o aliento cósmico, acentuándose más los paralelismos con el pensamiento oriental en Heráclito y Efeso que defendían que todos los cambios que se producen en el mundo ocurren por interacción dinámica y cíclica de los opuestos. Posteriormente Leucepo y Demócrito con la filosofía que los llevo al concepto del átomo trazaron una clara línea divisoria entre espíritu y materia. Más tarde, en la Edad Media, el conocimiento científico de la antigüedad fue sistematizado por Aristóteles que con la influencia de la Iglesia Cristiana separó el alma humana de la materia. Al final el estudio de la naturaleza con un espíritu realmente científico se llevó a cabo por el siglo XV. Con Galileo, Descartes e Isaac Newton se acentuó la división fundamental en dos reinos separados e independientes, el de la mente y el de la materia. La división cartesiana y el concepto mecanicista del mundo occidental han sido al mismo tiempo benéficos y perjudiciales, beneficiosos para el desarrollo de la física y de la tecnología, pero también han tenido muchas consecuencias adversas para nuestra civilización.
Es fascinante ver como la ciencia occidental y su concepto materialista-mecanicista supere ahora esa fragmentación y vuelva a la idea de unidad tal como era expresada en las primitivas filosofías griegas y orientales.
Las aportaciones de Hesenberg a la teoría cuántica evidencian con toda claridad que el clásico de la objetividad científica no puede ya mantenerse y la biofísica moderna está derrumbando al mito que consideraba a la ciencia como algo totalmente ajeno a la naturaleza, los pensamientos, la interrelación mutua de todas las cosas y todos los fenómenos y la naturaleza intrínsecamente dinámica del universo. De este modo se está demostrando las notables limitaciones de la mecánica clásica Newtoniana gracias a los descubrimientos de los fenómenos electromagnéticos de la biofísica cuántica aplicada a la teoría de la relatividad de Einstein. Los más actuales equipos japoneses de valoración calorimétrica (D.I.T.I) por ejemplo demuestran los cambios energéticos de las distintas enfermedades. Así el concepto de materia en la física subatómica es totalmente diferente a la idea tradicional asignada a la substancia material de la física clásica, lo mismo ocurre con los conceptos de tiempo espacio, causa-efecto.
Desde Richard Feynman y David Bohm en el campo cuántico de las partículas, las ondas, la electrodinámica, la electromagnética, las dispersiones positrón-foton y la interacción de sus fuerzas van demostrando el mecanismo de acción de la Acupuntura y sus generosos beneficios restaurativos para la salud humana. (O)