Mesura, jóvenes / Esteban Torres Cobo
La acción política sin mesura cataliza los peores errores históricos. Generalmente, la adrenalina o el odio consume a las personas y emprenden revanchas y venganzas sin medir sus consecuencias. Sin poder ver, en un determinado momento, más allá de sus enfurecidas narices.
El peor de los caminos de los desbocados, sin embargo, es mezclar lo político con lo judicial. Lo vivimos antes en la década del poder total y lo vivimos ahora en el cuatrienio de la transición. Lo viven ahora incluso los norteamericanos con el proceso de destitución del presidente Trump que, vale decir, no terminará con su destitución sino con su reelección. Los demócratas nuevamente se pegan un tiro en el pie.
Que no sorprenda que la CIDH dicte medidas cautelares a favor de la prefecta de Pichincha y el exasambleísta Hernández, a pesar de que las mismas son tan confusas que no aclaran ni sugieren medida concreta. Para acusar a alguien del delito que sea, nos caiga bien o no esa persona, se tienen que tener pruebas contundentes. En el ámbito penal, la mera duda ya juega a favor del procesado. Tiene que haber certeza absoluta para sentenciar a una persona.
Me atrevo a decir que el caso que se acusa de rebelión a estos personajes no hay pruebas contundentes, aunque podría equivocarme porque no he tenido oportunidad de revisar el expediente. Pero el solo hecho de proseguir un proceso y, lo que es peor, buscar la destitución de una funcionaria electa por correcta o incorrecta decisión popular, no solo generará observaciones de organismos internacionales sino consecuencias políticas electorales.
Insistir con estas cosas ha resultado un mal remedio a la enfermedad que se quiere combatir. La enfermedad no solo perdurará sino que se extenderá. Mesura, jóvenes. Mesura.