Una gran Navidad / Kléver Silva Zaldumbide
MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL
Dicen que no hay nada más triste en este mundo que despertar la mañana de Navidad y no ser un niño, ya que, un niño, sin tener conciencia de ello, vive cargado de paz interior, de calor, de amor, de alegría con conciencia limpia. Entonces, para que esta Navidad sea una Navidad feliz permitámonos que vengan esos delirios de nuestros días infantiles y así, a medida que la magia de la Navidad se extiende sobre nosotros tengamos tiempo para la contemplación de nosotros mismos, de nuestro espíritu y así honraremos a la Navidad para que perdure en nuestros corazones.
La calidez de la Navidad no debe venir sólo de las luces y las chimeneas, debe venir desde nuestros corazones, que, por esta vez, debemos conectarles a nuestros cerebros para hacer consciente nuestro amor hacia Jesús que vino al mundo, creando así buenos deseos para nosotros mismos y para todos los que amamos y nos aman. Que la Navidad se eternice para todos sin dejar que el pasado nos robe el presente, llenándonos de amor sincero, ilusión, ternura y unión familiar, pues tenemos de base un precioso recordatorio en esta fecha de que somos amados por Jesús que fue enviado por Dios para redimirnos, para que cada lágrima nuestra se transforme en una flor que renace, cada dolencia en una estrella de esperanza, cada caída en una experiencia para levantarse y seguir.
Seamos conscientes de lo que tenemos y de la suerte que poseemos al tener a alguien quien amamos tanto a nuestro lado en esta temporada festiva, y si ya nos están para abrazarlos, pues entendamos que están dentro de nosotros y guiándonos, porque así ha sido la perfecta y divina sincronía de sus destinos, sino, preguntémonos si cumplimos la fe al rezar el Padre Nuestro al decir “Hágase Señor tu voluntad”, o es que solo repetimos como “loros” y sin fe.
Meditemos en cuanto insiste Dios a través de su hijo Jesucristo para que recibamos la salvación, invitándonos a instar y persistir con los demás para que reemplacemos el amor por el odio, el bienestar de lo suficiente por la avaricia enfermiza, la predisposición a compartir con sentido de amor al prójimo y de comunidad por el egoísmo y el aislamiento malsano. Dicen que una buena conciencia es una Navidad continua, luchemos cada día porque el placer de las adicciones no nos tiente, ninguna ganancia mal habida nos atraiga, ninguna persuasión nos mueva a hacer cualquier cosa que sabemos que es mala, pues esa será la clave para vivir siempre en paz y alegre.
No nos estresemos, la Navidad puede ser un día de fiesta o de oración, pero siempre será un día de recuerdo, un día que pensamos en todo lo que hemos amado y a quien hemos amado. Ningún regalo de Navidad puede compararse con la mágica sensación que proporciona un abrazo fuerte y sincero a nuestros seres queridos.
Por más aguacero que nos caiga cuando queremos estar secos, por más dolor que nos ocupe en momentos cuando más queremos vivir la vida, lo que nunca cambiará ni se agotará es nuestra capacidad de amar y rescatar lo que tenemos.
Que esta Navidad nos llene de esperanza, de milagros, de buenos y dorados tiempos para nuestro mañana. A todo mis querido lectores y al mundo entero… ¡Les deseo una gran Navidad!