Jueces y ordalías. 2019 / Pedro Reino
A empellones nos han sumergido en la nueva Edad Media. Hemos vuelto a aquella época en que bastaba la fe en vez de larazón. Desde entonces se decía que la justicia estaba en manos de Dios. Ahora se repite lo mismo. La gente, lo que hacía escreer en vez de razonar. Esto funciona porque somos pueblos mágicos, hasta por reconocimiento estatal, con el pretexto de la geografía. En esta Edad del Odio en la que nos han metido, se hace lo mismo. Un ente abstracto es el operador de la justicia. La verdad es una pelota que salta en los juzgados acorralados en las canchas de las soberanías y de las autonomías. (Ya pasamos la Edad de la Ira, porque ya murió Guayasamín y no hay pintor que lo denuncie). La Edad del Odio es la venganza de los mediocres. Pueden verlo en nuestro mapa continental.
Ahora los jueces medievales no necesitan mayores estudios reflexivos ni filosóficos, sino manuales de dogmatismo y breviarios de obediencia a los dueños del poder. Son traficantes de sueños perversos; o dicho de otro modo, son perversos que trafican con sueños del odio revestido de justicia. Una página virtual que ata criterios sobre ordalías nos dice: “Recurriendo a la historia, la antropología, el derecho, la psicología, el arte y la literatura, el autor denuncia la creación social de chivos expiatorios y la designación de víctimas propiciatorias”. Sacando otra frase del mismo contexto, comparto el creer que ahora hay “ordalías sublimadas…que persiste en el mundo contemporáneo, digitalizado y virtual, donde tantas veces asistimos a injustos y desbordados ataques y linchamientos «viralizados», en los que resulta imposible defenderse de insultos y acusaciones peregrinas”.
Dicho según otro enfoque, Michel Foucault (Lecciones sobre la voluntad de saber, 2014, p. 102) la verdad no buscaba pruebas, sino creyentes. Para nosotros habría que añadir: ingenuos, mediocres, torpes, analfabetos, manipulables. No porque en esencia lo seamos, sino porque esa es consigna de su creer, su opinar, su decidir, su actuar. Me refiero a quienes a su turno llegan al poder por el poder, mas no por el saber. También hay que decir que en esta Edad Media, las conciencias son mercancías). En la Edad del Odio no se indaga la verdad, sino que se calcula el daño como paradigma de felicidad.
Foucault: “La verdad no se constata; se jura; juramento e imprecaciones.- La palabra verdadera no devela lo que ha pasado; al apuntar a los hechos, designa a aquel que corre el riesgo y descarta al que lo rehúsa.- La palabra verdadera no se apoya en lo que se ha visto o experimentado; se expone, en el futuro, a la eventual ira de los dioses.- No funda una decisión justa; impone, por su propia eficacia, la decisión.- La ordalía se utilizó como alternativa al juramento…”
Digamos también que la ordalía hay que estudiarla y entenderla mejor con la Inquisición. ¿Importan las pruebas o se las fabrica? Creo que los juicios terminaban cuando se lograba la confesión del reo y el inquisidor levantaba el trofeo de su verdad arrancada con el proceso de la tortura. ¿Quién juzga a los jueces? Son tan justos que se han adueñado de sus paraísos. Creo que en el fondo no les interesa el cielo. El oficio del verdugo no da para filosofías. Los griegos no creían mucho en los jueces: “Esos jefes son sensibles a todas las corrupciones, en tanto que la otra justicia se hace en nombre de Zeus. Lo cual parece indicar una autoridad y, en todo caso, otro sistema de garantía”. (O)