Destino del hombre / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



El bisabuelo Luis murió pasado los cien años de edad. El médico dijo: “la causa de la muerte del abuelo es simplemente la edad vieja, la vejez, y punto final.” ¿Solo por la edad? ¿Debería ser la vejez razón suficiente para morir, en esta época de medicina de alta tecnología que combate enfermedades con alimentos exóticos?

El envejecimiento como una pila de otras cosas comunes (vida, amor, memoria, la existencia del universo, etc.), permanecen como misterio. Pero muchos gerontólogos creen que por ausencia de enfermedad o por vida imprudente, un individuo envejece según el reloj genéticamente controlado por el hombre o por la mujer. Los científicos afirman que, idealmente, nosotros deberíamos vivir bien el lapso total de vida… entonces, cuando llegue la hora final, en un “puuuuf”, nos iríamos al otro mundo sin alboroto alguno; acontecimiento preferible antes que entrar en un lento descenso, o ir a parar en un asilo para viejos.

De acuerdo con la Biblia, a nosotros nos ha asignado tres veintenas de años –nos ha autorizado, suena mejor- diez años más. Y, explica: los primeros 40 años proveen el texto de la vida, los últimos 30 proveen el comentario. Sin embargo, hay científicos que se cargaron de suficiente energía y sobrevolaron por encima de las veintenas y decenas de los años bíblicos.

Tal longevidad puede ser, un cierto modo, terrible, porque invariablemente involucra el sepelio de muchos amigos, parientes, hijos, nietos. No obstante, dicha longevidad puede conferir perspectivas en aquellos que saborean la experiencia, como en los meditadores obsesivos sobre el tema. Una mujer vieja, un hombre también viejo, es un poderoso recordatorio de que nosotros, los ecuatorianos, por ejemplo, seguimos siendo una nación joven.

Termino con una máxima maravillosa que recomiendo a mis lectores no olvidarla jamás. Pertenece al gran George Bernard Shaw: “NINGUN HOMBRE ADMINISTRA SU VIDA TAN BIEN COMO LO HACEN LOS ÁRBOLES.” (O)

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