Fiesta de la Fruta y Carnaval / Pedro Reino Garcés
La historia de este festejo reúne una serie de sincretismos en su proceso histórico. El festejo anual agro frutícola que tenía movilidad en el calendario, y que se lo hacía en fechas en los que los huertos estaban repletos de producción, entre Enero y Abril, tomó raíces de atractivo nacional.
De otro lado, el calendario cristiano y la tradición popular practicaban en las celebraciones de carnaval, sus costumbres y formas grotescas de “barbarie”; sobre todo de lanzar agua, harinas, huevos, como en contiendas heroicas.
Deviene entonces un nuevo ideario en ciertos líderes mentalizadores de procurar un festejo diferente para Ambato. Hubo quienes desafiaron la eliminación del carnaval “salvaje” y pasaron a hacerlo coincidir con la Fiesta de la Fruta, que pasaba a ser una versión de “cultura” y de respeto a la gente, en el contexto nacional. En vez de agua y harinas: flores y frutos, serpentinas, música, desfiles, reinados y folklore. Este cambio se dio desde el carnaval de 1962.
Podemos decir que Ambato todavía lucha por imponer nuevos conceptos carnavalescos, puesto que los turistas a quienes los acoge, por provenir de otros lares, llegan con su mentalidad diversa a un espacio en donde chocan sus tradiciones, y desatan irrespetuosamente sus costumbres que van en contra del sentido de los carnavales ambateños coincidentes con el festejo sin agua, sin cariocas ni harinas que desdicen del respeto a la gente. Llevamos 58 años de carnaval sin agua, pero con una fuerte amenaza de desequilibrio ocasionado por extraños que irrespetan la organización ambateña.
Crisis en la transculturación
La “fiesta” en la actualidad está enfrentando una crisis en algunos sentidos. Primeramente está pasando a ser un concepto urbano mestizo, una fiesta hecha para el turismo consumista, de quienes buscan distraerse con espectáculos de cartel. Va quedando obsoleto el sentido de pensar en el agro y en su potencial como respaldo a un desarrollo económico. La crisis agropecuaria de los campesinos no es tomada en cuenta para que se justifique la denominación de ser una “fiesta del fruto y de la flor”.
Por la distancia y el advenimiento generacional, respecto de ser rebeldes ante los cataclismos con ideas de emigración, ya no tiene sentido invocar un enraizamiento terrígeno, como dice su emblemática canción festiva: “Yo de esta tierra no he de alejarmeporque es la tierra donde nací…”
En la época del terremoto Tungurahua tenía una población que bordeaba 50.000 habitantes. En Ambato habitaban 34.190 poblantes que vivían en 4.800 viviendas de bajareques y tapiales. Ahora tenemos una explosión demográfica porque Tungurahua bordea los 600 mil habitantes, y Ambato tiene 342.529 habitantes proyectados.
En la época del terremoto, el combatido alcalde socialista Neptalí Sancho enfrentaba la dura realidad de atender a una ciudad que “Según el anteproyecto del plan regulador en algunos sectores tan sólo “el 11% tiene suficiente número de excusados, apenas el 2% tienen baños o duchas y el 89% no tiene servicios higiénicos suficientes.”(Wilson Garcés, Sixto Durán Ballén, Leopoldo Moreno, “Plan Regulador de Ambato”, 31) (Datos de la tesis de Maestría de la Universidad Andina Simón Bolívar de autoría de Jéssica Pamela Torres Lescano,Estado central, gobierno local y población ambateña en la reconstrucción de la urbe tras el terremoto del 5 de agosto de 1949, Quito 2017. P. 26). Creo que la lucha actual va siendo por disponer de espacios en una ciudad con los más altos costos del metro de tierra, y que además amenaza con perder totalmente sus entornos de ruralidad, puesto que las urbanizaciones van aceleradamente destruyendo el ambiente paisajístico de huertos y jardines.
De otro lado, el concepto cristiano de carnaval, choca con la implantación de indicadores que la globalización impone. El concepto carnavalesco de mezclarlo todo en sentido confuso también opera en contra de la idea original de la Fiesta de la Fruta. Desvincularlo sería un grave problema porque nos quedaríamos sin turismo con feriado nacional que mueve la economía. Creo que la ventana de escape es un sincretismo que procure originalidad concertadora de conceptos culturales. Hace falta que el Comité de festejos haga revisiones conceptuales acorde a la evolución generacional a la que poco le va importando, igual que al turismo, la idea embrionaria del pos terremoto. (O)