El español / Luis Fernando Torres
En 1959 se le llamó El Español a uno de los barrios más emblemáticos de la Ciudad, utilizando el apelativo con el que se identificaba, por ese entonces, a un respetable vecino, de origen español, Gregorio Vásquez, casado con la dama ambateña, Beatriz Núñez Oviedo, doña Bachita.
La Dirección de Cultura del Municipio ha tenido el acierto de recordar el aporte del barrio al desarrollo urbano de Ambato, con la participación activa de quienes todavía viven y trabajan allí.
Tuve la satisfacción de vivir en El Español en mi niñez y juventud, desde finales de la década de los sesenta hasta principios de los ochenta del siglo XX. Dado que mi madre vive en nuestra casa de la Calle Guayaquil, acudo frecuentemente al barrio con los recuerdos de una entrañable convivencia urbana entre vecinos y buenos amigos.
El Español, a pesar de los cambios urbanos, conserva el pulso del pasado, con su monumental arquitectura patrimonial y con la perspectiva de los vecinos que siguen allí en sus viviendas y lugares de trabajo.
Era el barrio de las reinas de Ambato. María Luisa Rodríguez y Sonia Vaca Ruiz representaron a El Español en la elección y triunfaron para orgullo de los vecinos.
Era el barrio en el que se respiraba tolerancia, respeto y cortesía. Las diferentes posiciones ideológicas no eran un obstáculo para que saludaran e, inclusive en algunos casos, se visitaran personalidades de procedencia política tan diferente como Jorge Isaac Sánchez, Carlos Fernando Vaca, Luis Torres Carrasco, Reinaldo Miño, Homero Soria, Oswaldo Barrera, Jaime Cobo Bucheli.
La preciosa Capilla del Perpetuo Socorro era el lugar de encuentro de los católicos del barrio, los domingos por la noche.
En el territorio barrial no había distinciones de clase. El espacio siempre estaba abierto para todos. La democracia, en su sentido más puro, era práctica diaria, en los partidos de fútbol nocturnos en la calle y en otros eventos.
Pocos recuerdan que en el barrio estaban ubicados la cárcel, la cochera municipal, el cuartel de la Policía Municipal, que había una gallera de renombre del señor Ruiz y que los bomberos tenían su cuartel.
Equivocadas decisiones municipales y de la Intendencia, en los últimos años, han ido terminando con la tranquilidad del barrio, a tal punto de provocar su despoblamiento. Se han dado tantas autorizaciones para centros de diversión y cantinas que no sólo el ruido sino la violencia han obligado a que la gente abandone ese privilegiado lugar del centro de la urbe.
La positiva iniciativa de la Dirección de Cultura Municipal debería servir para repensar el impacto de las políticas urbanas en los barrios de la Ciudad. (O)