Que el viento sople a nuestro favor / Fabricio Dávila Espinoza
El coronavirus (COVID-19) saltó de algún animal al ser humano en Wuhan (China) a finales del 2019. Apenas en unas semanas, la enfermedad acaparó la atención mediática y científica internacional. Desde el inicio se advirtió la posibilidad de una pandemia global.
El 30 de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó la nueva enfermedad como una situación de emergencia internacional; pero finalmente, declaró al COVID-19 como pandemia debido a los niveles de propagación y gravedad. Así lo confirmó el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
El presidente Moreno, el martes de 10 de marzo, anunció medidas para enfrentar este escenario. Horas antes, el miedo de vivir un nuevo octubre, saturó las distribuidoras de combustible por los falsos rumores. Mas, el anuncio fue diferente, habrá un recorte presupuestario de 1400 millones de dólares, 800 en bienes y servicios y 600 en bienes de capital. Además, se enviará a la Asamblea Nacional un nuevo impuesto del 5% a los vehículos avaluados en más de 20 mil dólares y se pedirá créditos internacionales. En resumen, más del 50 % de los carros deberán pagar el tributo, muchos servidores públicos serán despedidos y crecerá la deuda externa.
Las medidas fueron tomadas antes de la pandemia. Una vez que esto sucedió, el 11 de marzo, el presidente apareció nuevamente en cadena nacional, ordenando a la ministra Catalina Andramuño, que declare la emergencia sanitaria en todo el Ecuador.
El COVID-19 hará que escondamos nuestra basura. El problema no es de hoy. Después de una década de despilfarro y tres años más de inutilidad en materia económica, el gobierno no sabe qué hacer con la economía ni con el Estado. La nueva crisis no tiene como causas solamente el coronavirus; la guerra por el precio del petróleo entre la OPEP y Rusia; la caída de las bolsas de valores en el mundo y otros fenómenos externos. La principal razón tiene que ver con los últimos años de errores en la administración del país. Sobre todo, cuando el barril de petróleo superaba los 100 dólares.
Las crisis aparecen en cualquier momento y los pueblos sufren menos cuando tienen una economía medianamente estable. Este no es nuestro caso. Estamos a la deriva, esperando que el viento sople a nuestro favor. (O)