¡No se muera… viva y deje vivir! / Guillermo Tapia Nicola
La maldad, es una enfermedad que no se cura y, es tan perniciosa como la desidia, la ingratitud y la imprudencia. Esa falta de ganas de hacer algo, sumada a la desaprensiva actitud de no dar la importancia que las circunstancias, los apremios y las advertencias merecen, lleva ineludiblemente a configurar un ambiente malsano, afectivamente incompleto y socialmente deleznable. Cierto que es bastante difícil confiar en alguien, en particular, cuando le preceden evidencias que no permiten reconocer positivamente una actitud, venida de ella. De manera que una acción, propuesta o sugerencia -que se presume efectiva y verdadera- no llegue a generar ese impacto que facilita el seguimiento y la observancia. Pero, en ocasiones debemos anteponer a nuestro propio juicio, la «cochina duda» como alguien diría, para otorgar una posibilidad y dar crédito a esas numerosas advertencias que, de distintas fuentes y realidades incontrovertibles, nos demandan asumir una actitud diferente, comedida y juiciosa. He visto, con asombro, fotografías y mensajes en las redes sociales que, hoy por hoy son además, el medio más directo y ágil de la comunicación interpersonal y comunitaria, en donde se mira esa imprudencia, cuando no ese desgano a la obediencia y lo peor, una suerte de desafío a la vida intentando jugar con la muerte. Ese revanchismo “incomprensible” y el desafuero manifiesto. Si, ese abuso, ese desorden, ese desmandarse pretendiendo un falso reconocimiento a su imprudencia de parte de otros desaprensivos e inconformes, o simplemente un comentario o señalamiento sobre su conducta y desobediencia, es intolerable. No puede ser posible que tengamos, en el País, más detenidos por no acatar las disposiciones del toque de queda, que conciudadanos contagiados por el virus. El pedido, si les es molesta la palabra ¨disposición”, es uno solo: “PERMANECER EN CASA PARA NO CONTAGIARSE NI CONTAGIAR”. Tan simple como decir, “oiga, no moleste, porque estamos ocupados salvando vidas y no queremos que usted se muera, pero además, no queremos que contagie a otros y finalmente mueran muchos más…”. No creo que sea muy difícil –para nadie- entender ese mensaje demandando respeto. No salga a las calles a banderearse, a mostrar su inconducta, a desafiar a la autoridad. No vaya a los mercados, a los bancos, a los centros comerciales, si en realidad no tiene “URGENCIA” de hacerlo, para proveerse de alimentos e insumos necesarios para sobrellevar esta situación que nos agobia a todos. Colabore con los demás. ¿Cómo hacerlo?… Quedándose en casa y creando todo cuanto su conocimiento y habilidad pueda hacer, desde ese espacio de vida. ¡No se muera… viva y deje vivir!