Inteligencias supremas / Jaime Guevara Sánchez
He recibido varios correos electrónicos de dilectos lectores, hombres y mujeres, que manifiestan su enorme sorpresa al enterarse de que en la “pelea del siglo,” el boxeador que ganó el campeonato mundial obtuvo 200 millones de dólares y El perdedor “ganó” cien millones.
Cómo es posible que profesionales de la medicina, por ejemplo, con quince o más años de estudios y especializaciones, que salvan vidas humanas, no logran conseguir el equivalente a un trocito de 200 millones de dólares, después de cuarenta años de arduo trabajo científico. ¿En qué clase de mundo vivimos?
Ilustro el lado positivo del tema resumiendo vidas dedicadas a la revolución científica. Vidas extraordinarias que, en cuanto a riqueza monetaria, el desenlace que anotó en las últimas líneas de este artículo es monumental. Algunos dirán increíble.
En 1500 el polaco Nicolás Copérnico se interesó en teorías antiguas e inició un largo periodo de estudios y observación. Se convenció de que todos los hechos de la astronomía se explicaban mediante la teoría heliocéntrica: movimiento doble de los planetas sobre sí mismos y alrededor del sol. Conclusiones publicadas en su libro Las Revoluciones de las Esferas Celestiales.
Galileo, matemático, físico y astrónomo italiano, fue uno de los fundadores del método experimental. Descubrió las leyes de la caída de los cuerpos, enuncio el principio de la inercia. Inventó la balanza hidrostática, el termómetro, y construyó el primer telescopio. Notable por su defensa del sistema cósmico de Copérnico que Roma condenó como herético, por lo que se vio obligado a adjurar ante las amenazas de la inquisición.
Isaac Newton, matemático, físico, astrónomo y filósofo inglés, inmortalizó su nombre gracias a su descubrimiento de las leyes de la gravedad universal: La fuerza de la gravedad no solo previene que los objetos vuelan fuera de la tierra; también retiene juntó todo el sistema del sol y los planetas, manteniéndolos en sus órbitas. Descubrió las bases del cálculo infinitesimal.
Albert Einstein, físico alemán de nuestro tiempo; naturalizado norteamericano en 1940. Autor de numerosos estudios de física teórica. Afirmó que todos los sucesos del universo ocurren no solo en las tres dimensiones de espacio, sino también en una cuarta dimensión, el tiempo. Formuló la teoría de la relatividad, de suma trascendencia en la ciencia moderna. Intervino constantemente a favor de la paz. Ganó el premio Nobel.
Estas inteligencias supremas no ganaban sueldo. Sus nombres nunca constaron en roles de pago. Jamás les interesó fortunas metálicas. Vivieron muy modestamente, sustentados por asignaciones para gastos indispensables. Vidas concentradas en la profundización de sus teorías, postulados, cálculos sobre las misteriosas fuerzas que gobiernan el universo. Teorías que tornaron en verdaderas axiomáticas. “Descubrimientos eternos” beneficiosos para los seres humanos que con esos conocimientos desarrollan y desarrollarán existencias positivas, conducidas bajo fundamentos científicos incontrovertibles; por los siglos de los siglos…
¡La inteligencia no tiene precio! (O)