Razonando fuera del recipiente / Guillermo Tapia Nicola
Sin duda, ahora, que nos encontramos inmersos en la necesidad de enfrentar la pandemia, defender a nuestra población frente a su contagio y desarrollar todas las posibilidades y paliativos de atención para superar la enfermedad y vencerla, debemos también, como ciudadanos, hacer un alto en nuestros propios cometidos y compromisos (quedarte en casa, el mayor de todos) para reflexionar en lo que vendrá después y qué debemos hacer y cómo deberemos hacerlo.
No se trata, como fácilmente podrá observarse, de virar la cara o desviar la mirada de la primaria responsabilidad que se mantiene y de su actualidad, sino de inmiscuirnos, paralelamente -si se quiere- en la reflexión colectiva que nos lleve a imaginar el nuevo escenario que deberemos transitar, porque, de seguro, nuestras ciudades y nuestros países, van a ser diferentes y deberemos sacarlos de esa situación de «apremio y aprensión», para ensayar una de «reacción y aprehensión ciudadana» que parta de la reflexión colectiva, y encamine a redefinir el estado posterior a la contaminación o lo que se denomina el post pandemia.
En este intento personal de reflexión, por caminos sinuosos, no se me ocurre otra cosa que imaginar (como debe ser) a una ciudad resiliente, superada, capaz de aprender del impacto y cambiar su actitud -inicialmente pasiva y de sorpresa- por otra, de análisis y propuesta de cambio para remontar la situación de paralización, inmovilización y pérdida que, definitivamente a hecho: su agosto en marzo.
Los líderes locales están llamados a encabezar ese desafío colectivo de superación y cambio, pero no deben hacerlo solos, sino con un grupo humano representativo de la sociedad civil que -dejando de lado sus propios y legítimos intereses- se brinde a la conformación de ese espacio de reflexión comunal para advertir un futuro de ajuste y progreso.
Porque, definitivamente habremos de reconocer que, la pandemia, nos ha cambiado a muchos, si no a todos, y ahora nuestros pensamientos mezquinos y corto-placistas, tendrán por igual que ser superados y modificados, en orden a propiciar un mejor entendimiento con el ambiente, un mejor uso de nuestras potencialidades, un evidente ahorro programado, una clara inversión con racionalidad que reconozca el esfuerzo solidario de otros involucrados, una valorización de nuestros profesionistas de la salud, de los servicios públicos indispensables, de la limpieza, de la solidaridad, del abastecimiento, de la producción agrícola, de la movilización indispensable, de la seguridad ciudadana, en fin, de toda aquella cadena social de nuestra cercanía que nos ha hecho la vida de encierro y protección, que estamos obligados por nosotros mismos a mantener, menos conflictiva y más llevadera y confortable.
Las autoridades están cumpliendo el rol que la sociedad les ha asignado y por ello, merecen primeramente respeto y apoyo. Los tiempos se suceden más rápido de lo que podemos imaginar y seguramente -en breve espacio- habremos de estar inmiscuidos en otros desafíos e intereses, pero por ahora, solo estamos llamados a ocuparnos, colectivamente, del tema de la crisis sanitaria, económica y social que nos afecta. Pero también, como se sugiere, a pensar en el mañana pero, a partir de poner los pies sobre la tierra o aún mejor, sobre la ciudad y su entorno urbano-rural, para reinventar nuestro propio espacio y la forma en que tenemos que enfrentar la post pandemia.
El proyecto de futuro, si así podemos llamar a esta suerte imaginativa urgente, que habremos de definirlo y consensuarlo en el conjunto de actores locales y procurar que sea realista, o sea realizable, tendrá que identificar propuestas y proyectos que sean impulsados por los propios actores locales, usando, en lo posible recursos locales disponibles y también respaldos externos. Hay que movilizar nuevamente las fuerzas sociales de la ciudad y el territorio urbano-rural, sacarlas del marasmo obligado en que están cayendo, producto de la afección que nos golpea y privilegiar el esfuerzo conjunto, colectivo, comunitario, global, para salir adelante.
Que no se nos vaya a decir, después, que estamos «razonando fuera del recipiente». (O)